No quise interrogarla más, sino que la dejé desahogase apoyándola como un buen amigo, poco después nos dirigimos a la recámara principal y al llegar al baño abrí el grifo para llenar la bañera, entonces me acerqué a ella intentando retirar la blusa, pero no tardó en detenerme. —Necesito revisar la herida, Dayana, tengo que asegurarme de que en verdad estés bien y no tengamos que ir a urgencias —le hablé suave ganándome su confianza. Aun en su timidez, me permitió retirar la prenda encontrando un enrojecimiento al costado izquierdo, no era realmente grave, pero negué lentamente reprobando lo que veía y fue cuando ella divisó la herida en el espejo llorando más, mostrándome cómo se derrumbaba como mujer y ser humano. En este tiempo si algo aprendí de aquellos que me rodean es que Dayana

