—Xander… —susurró ella, cuando pudo recuperar su capacidad para hablar. —Dios, deseaba tanto besarte —confesó él, haciéndola sonreír. Ambos estaban en su burbuja de felicidad, hasta que escucharon un quejido y alguien que llamaba a Christine a gritos. —¡Señorita Reynolds! —el guardaespaldas se acercó a ella corriendo, pero cuando vio al hombre tendido en el suelo, malherido, se puso alerta—. ¿Qué ocurrió? Xander apretó los dientes, porque de seguro venía a llevársela lejos de él, pero esta vez no estaba dispuesto a dejarlo. —Christine me salvó… —explicó de manera calmada—, de mi padre. —¡¿Qué?! —exclamó ella aún más horrorizada, y el guardaespaldas se acercó, pero Xander se colocó delante de ella en actitud protectora. —Señor Xander, tengo órdenes… —comenzó a decir, pero él lo det