Las punzadas en mi cabeza se intensificaban cada vez mas, me dolía como mil demonios. Me sentía agotada y mis fuerzas eran nulas, me sentía cansada y perdida. ¿Donde estaba? ¿Que había sucedido? ¿Por que me sentía así? Mi cabeza dolía mas al intentar responder todas aquellas preguntas. Quería abrir mis ojos pero al intentarlo todo se veía borroso y distorsionado. ¿Acaso perdí la vista? No no, no quiero ni pensarlo. Mi pierna derecha dolía también sentía como si clavasen en ella un centenar de agujas filosas.
Poco a poco el dolor menguo hasta apaciguarse un poco. Espere unos minutos y volví a abrir mis ojos. De espacio y con lentitud hasta lograr enfocar mi vista en una luz. Observe con nitidez y claridad. Estaba sin lugar a dudas en un hospital, con mil aparatos conectados en mis venas y
