Isaac. Terminamos de jugar, nos sentamos y después tomamos agua. —¿Estás seguro de que nunca antes habías juego, hijo? —Nunca en mi vida, lo juro. —Entonces tienes un don, eres increíble. —Gracias, solo quise dar lo mejor de mí, además me gusta mucho, quiero seguir jugando. —¿Nunca jugaste con tu padre? Me refiero a otra actividad. —No, no pude. —¿Qué hacen tus padres? Quisiera conocerlos. —Creo que Zoé y la señora Sophia nos deben de estar esperando, además son casi las seis. —Isaac, seré claro contigo, siéntate y presta atención. Soy el peor para mentir y quería que esto fuera una conversación casual, pero veo que no lo será. No entiendo, sin embargo, me siento otra vez. —¿Pasa algo conmigo? —No, no pasa nada, quiero contarte algo sobre mí, quiero que tú me escuches. —Por s