Esa mañana Casian la esperaba en la entrada de su casa, a un costado estaba una camioneta negra, nueva. Elisa la miró y después buscó a los padres de Casian. – ¿Hoy iremos en autobús? – No – sonrió Casian y abrió la puerta del asiento del copiloto de la camioneta. Elisa dio un paso atrás – tu licencia – estiró el brazo. Casian sacó su cartera y se la mostró. Elisa se mordió el labio – si te pasas un semáforo en rojo, cometes una multa o superas la velocidad permitida, me bajaré de la camioneta sin importar que esté en movimiento, ¿te quedó claro? – le devolvió la credencial. – Entendido – decretó Casian con bastante confianza. Aprender el lenguaje junto con las costumbres de esa nueva era fue difícil, conducir no tanto. Casian podía manipular la carrocería del coche en caso de que e

