Ingrid pasó el resto de la clase con desgana. Era odioso cuando se decía la verdad y las personas alrededor no podían notarlo. – Ingrid, ¿estás bien? – preguntó uno de sus compañeros, notando que su frente estaba húmeda. Ingrid negó con la cabeza, pero un mareo la recorrió. Su visión se nubló; los contornos del aula se distorsionaron. Intentó levantarse para responder, pero las piernas no la sostuvieron. Sus lápices cayeron con un golpe seco sobre el suelo. – ¡Maestra! – gritó alguien mientras Ingrid se desplomaba sobre la mesa, inconsciente. La maestra se levantó de su asiento para ir a verla y tocó la frente de Ingrid. Sus mejillas ardían y su respiración era rápida. Sin perder más tiempo, la maestra envió a uno de sus estudiantes para ir por el director y sacó su celular. En el grup

