Uriel Debí imaginar que luego de dejarme llevar y finalmente entregarme al beso de Lorenzo, las cosas comenzarían a complicarse. Con el pasar de los días, nada era más llevadero, sino, que todo parecía hacernos chocar. Esto era definitivamente la maldita tensión s****l entre ambos. —Buenos días. —dijo ingresando a la cocina, provocando que un estremecimiento se extendiera por toda mi columna. —Buen día. —respondí, tratando de no mostrar lo mucho que escucharlo me afectaba. Terminé de servirme el café y me apresuré a la silla más cercana, tratando de evadir, nuevamente, alguno de sus “Inocentes” roces. No sé si creía que al hacerlo me haría perder el control y terminaría por ceder y joderlo aquí mismo sobre la mesa de mi maldita cocina, pero él estaba sobrevalorando mi autocontr