Beau Algo había cambiado y podía sentirse en el mismo aire. Laurie, quien no solo me volvía loco en casa, saliendo a su balcón con malditos camisones que a penas y le cubrían el trasero, había decidido redoblar la apuesta y tortúrame también en el trabajo. Había llegado con un short tan pequeño que parecía un cinturón, y el cual mis manos picaban por arrancar. Pero para mi mala suerte no era el único con esos pensamientos, solo bastaba dar una mirada a los hombres que también trabajaban aquí. Sin ir más lejos, el idiota de Taylor parecía un perrito loco de amor, quien no solo la miraba descaradamente en cada maldita oportunidad que tenía, sino que también se atrevió a abrazarla. Ese simple acto me dio ganas de ir y arrancarle la cabeza, pero no lo haría, sabía lo que esta pequeña des