Cedric Me sentía miserable, un verdadero tonto. Ni siquiera golpear al imbécil de su ex había menguado mi maldito enojo, tampoco es como si me hubieran dejado terminar de desquitar todo el enojo que traía dentro. La expresión de angustia en el rostro de Aysel, no deja de perseguirme, haciéndome sentirme culpable. Sabía que la decisión que había tomado era difícil, pero era la que ambos necesitábamos. Ella no confiaba en mi, no lograba llegar a ella, a pesar de entregarle mi vida en sus manos. Y eso en parte era también mi error, me concentré tanto en lo que ella quería y en lo que necesitaba, que no me importó ponerme en el último lugar. Ese sin dudas fue mi error, acostumbrarla a que siempre cedería. Me detuve, sin importarme la cantidad de bocinazos que las personas detrás de m