Al otro día, luego de trabajar, con Matías decidimos salir un rato. Entramos al shopping y recorrimos algunas vidrieras de tiendas de ropa, criticando y diciendo que la nuestra estaba más linda. De repente, tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos con lentitud, quizás para tantear el terreno y ver si le correspondía. Le apreté la mano y él me miró sonriendo. —¡Mirá! —gritó, arrastrándome al local de nuestra marca. Estaba nuestra foto en gigantografía, una en la que posábamos románticamente y mirándonos a los ojos. —Salimos muy bien —opinó—, hacemos linda pareja. —Somos lindos —comenté. —Vos sos hermosa —replicó, viéndome fijamente y atrayéndome hacia él. Depositó un beso en mi mejilla—. Me volvés loco, en serio, tocar tu piel provoca algo en mí que no entiendo. No entiendo po