AXEL
5:42 p.m. Lunes - agosto
No he pasado un día completo en este trabajo y ya lo estoy empezando a odiar. Espero y no sean así todas mis mañanas, tardes, días. No es tan entretenido como pensé, lo único entretenido son las chicas y vaya que eso sobra por aquí.
- ¡Axel! ¡Axel! - Los gritos de Becca terminaron por sacarme de mi cavilaciones.
Le di una mirada irritada, ella solo me hacía gestos y señalaba la cocina. Enserio no podía tener un trabajo más horrible, además de una jefa irritante que sea tan quisquillosa como mi madre.
- ¿Sí, jefa? ¿Qué necesita? - Apoye nuevamente los codos sobre el mostrador.
- No me llames así, simplemente eres mi asistente temporal, así que somos compañeros. Puedes dejar de holgazanear, necesito que prepares la mezcla de los bollos, tengo que salir.
- ¿Se puede saber a donde va, jefa? - Ella me lanzó una mirada aún más irritada, que solo me provoco una risa.
Su mirada fue lasciva y su voz fue tan tenue que parecía hablar a murmullos. Solo entendí tres palabras, "tengo que salir" de lo mucho que sus labios se movieron.
Amasaba la masa de bollos y un par de gritos provenientes del exterior me sacaron de mis casillas. Tomé un trapo de la mesa y camine hacía el exterior de la cocina. Vi a Becca tirada en el piso junto un par de sillas, rodeada de cajas. Me acerque a ella para ayudarla a levantarse, pero ya se había adelantado, se puso de rodillas alcanzando las cajas.
- ¿Estas bien, Becca? - Ella no me miro solo asintió, seguía recogiendo las cajas. Me incline para ayudarla -. ¿Sabes?, pudiste haberme pedido ayuda, eso no te habría matado.
Ella soltó una risilla, se levanto alisando su falda.
- Tal vez lo habría hecho. - ¿Por qué era tan orgullosa? - Solo tropecé - la mire de arriba abajo, hasta volver encontrarme con sus ojos avellana.
- Sí, pero no parece que esas cajas vayan estar bien. ¿Para que es todo esto? - Señale con la barbilla las cajas mientras entraba a la cocina.
- Eran para una fiesta y ahora tendré que hacer más de estos - escuche su dulce voz tras de mi.
- ¿Fiesta? - La mire con incredulidad -. ¿Acaso alguien se tomo la molestia de invitarte? Si fuera así, rezaré por él o ella - sentí un golpe en la espalda.
- Muy gracioso, estas celoso porque alguien lo hizo y no te invito - me arrojó un pedazo de nata en el rostro. Su sonrisa destacando con ese brillo rosado en los labios.
- Tengo cosas mejores que hacer, que ir a una reunión de té con pastelitos - le arrojé un pedazo de nata en el rostro, limpiándome la que tenía en el rostro.
- ¿Cómo cuales? Salir con tanta chica se te ponga delante y terminar en la cama, eso debe ser muy divertido - se limpio el rostro con el dorso de la mano.
- ¿Celos es lo que huelo aquí?
- En absoluto, solo quiero saber que tiene tan ocupado a mi compañero. - Sonrío inocentemente, arrugando la nariz.
- Trabajo, es muy importante para mí.
- Seguro, si tienes en cuenta lo lindo que te ves usando ese delantal atraerás más chicas. - Se paso una mano por el cabello y salió de la cocina.
- ¡Todas las chicas aman alguien que sepa cocinar! - Grite sobre mi hombro.
9:52 p.m.
Me tomo toda la tarde amasar dos charolas para bollos, sentía los músculos de los brazos tensos. Sino fuera porque después de clases iba al gimnasio, tal vez hubiera terminado con una dislocación en los hombros. No comprendía como Becca tenía tanta fuerza en los brazos para hacer eso todos los días.
Me tiré en el sillón aterciopelado frente a la ventana.
- ¿Qué haces? - Escuche la voz tensa de Becca.
- ¿Qué parece que hago? - La mire, levantando la barbilla -. Esos bollos me dejaron agotado.
Arqueo una ceja y sonrió dulcemente.
-Deberías irte acostumbrando, novato - se sentó frente a mi.
Levanto los brazos para estirarse, su blusa se levanto hasta las costillas y no pude evitar verla. Apoyo la cabeza en el brazo del sillón se veía tan tierna, por poco le saco una foto.
- ¿Recuerdas a la pelirroja? - Ella asintió - está noche la iré a ver y no creo poder mover un musculo para.
- ¡Axel! Lo que menos quiero escuchar es lo que van hacer. - Hizo una cara de asco.
- Ah, problemas de personas que no cogen... - murmuré por lo bajo.
10:46 p.m.
Antes de llegar a casa de Miranda, llegue a mi casa. Me di una ducha quitándome toda la nata del rostro. Me puse unos vaqueros ajustados y una sudadera a juego. Monté el carro de mi madre y maneje hasta el otro lado de la ciudad. Por lo visto esto me había tomado más tiempo de lo que calculaba. Cuando llegue a casa, Miranda me miraba como si hubiera cometido el peor de los pecados.
- Pensé que no vendrías. Hace media hora te estoy esperando - sus ojos se habían oscurecido más y pareció echar lumbre de su melena rojiza.
- Lo siento, debí haber llamado, el trafico estaba insoportable y tuve que llegar a casa para tomar una ducha. - Metí ambas manos a los bolsillos del pantalón.
Bufó e hizo un ademán para que la siguiera.
Pasada la puerta principal, me fije en lo que llevaba puesto, una bata roja de seda y unos tacones de aguja que debían medir más que el largo de mi mano. Había una estancia decorada con grandes cortinas acarameladas y dispersas plantas, una chimenea en el centro. Unas pequeñas brazas arrolladoras soplaban por el espacio, nos detuvimos frente al sillón e indico que me sentara.
Minutos después estaba postrada junto a mí.
Su cabello despampanante con increíble brillo que parecía fuego vivo, su pálida piel haciendo una perfecta combinación junto con sus lindos ojos grisáceos. Tenía la mirada en su celular, ignore el que me estuviera ignorando por completo, así que solo acomode mi trasero en aquel sillón que debía costar más que el carro de mi madre.
Garraspe un poco llamando su atención, me miro rotundamente.
- ¿Sí? - Su mirada se clavo en la mía.
- Tienes una linda casa, además, es cálida - ella asintió con la cabeza y puso su celular en la mesilla.
- Te diré que otra cosa puede ser cálida - se puso a horcajadas sobre mi regazo y llevo ambas manos en mi cuello -. Estas temblando, ¿no es por mí? ¿O sí ? - Sus manos subieron por mi cabello, me besó. Uno de esos besos que te dejan sin aire y literal lo hacen.
Me mordió el labio de una manera más sensual, jade. Sus manos jugaron con mi cabello, bajo por mi pecho y terminaron sobre la hebilla de mi cinturón. Posé mis manos sobre su espalda, me pareció muy tersa la seda de su bata, deslice mis dedos por debajo de ella hasta dar con una tela aún más densa. Ella abrió espacio entre ambos, sonrío de una manera provocativa, sus ojos se veían más oscuros contra luz del fuego.
- ¿Te gusta? - Asentí con la cabeza de una forma tonta.
- ¡Me encanta! - Mi voz sonó como un hilo. Sus labios me daban pequeños besitos alrededor del cuello y finalizo por levantarme la sudadera.
Me echo más hacía atrás de manera de que mi cabeza quedara en el respaldo del sillón, sentí un cosquilleo en el abdomen al sentir sus labios rozar mi piel. Se puso a horcajadas frente a mi y llevo sus delicados dedos a la hebilla de mi cinturón, un intenso calor inundó mi cuerpo, mire el bulto que se había pegado antes mis pantalones. Una intensa llama subía por todo mi ser hasta detenerse en mi pecho. Ella se levanto y frente a mí, dejo caer la bata y su pálida piel relucía con las llamas del fuego, llevaba lencería de color n***o con encajes. Tenía que admitir que se miraba bastante sexy, sus curvas relucían sobre esos delicados trozos de tela. Abro los ojos en grande al verla introducir mi m*****o en su boca. Concluyo su trabajo con mi m*****o, dejándome con los ojos alucinantes.
Me amarro la agujeta del tenis, unos golpes llaman a la puerta, mire a Miranda quien hacía con una expresión de satisfacción. Baje la mirada a mi ropa esperando estar lo suficientemente presentable. Me puse de pie, Miranda abrió la puerta.
- Hola, Carla - escuche sus ronquidos desde la sala.
- Hola Miranda ¿casa sola? - Escuche como agitaban algo que parecían cervezas.
- Sabes que sí - escuche las pisadas en el suelo de mármol aproximarse -. ¿Vendrán los demás? - Entro a la sala, con su bata entre abierta.
- Sí, no tardaran en llegar, iban por más cerveza - la chica que entró tras de ella era bastante sexy, melena corta negra y grandes ojos verdes. No reparo en ponerme atención.
- Te presentare a alguien - me señalo con su dedo índice, un intenso rojo relucía en su uña -. Él es Axel, lo conocí en el café hace unos días es de lo mejor. Axel ella es Carla mi amiga.
- ¡Hola! - Nuevamente no reparo con mucha atención en mi.
- ¡Hola! - Salude con la mano. Cuando Miranda pasó a su lado le dio un codazo y murmuro algo, ella solo me miro, me siento desnudo.
- No tardo, me pondré algo de ropa. Carla si llegan los chicos los pasas, por favor.
- Sí - Miranda desapareció de la sala, no pasaron diez segundos cuando hablo- ¿Eres novio de Miranda?
- Solo somos amigos -apoye el trasero en el brazo del sillón.
- Querrás decir amigos con derechos, así es como funcionan las cosas con ella, no te hagas ilusiones con mi amiga. ¿Entendiste? - Su expresión era rígida, sentí un escalofrío en la piel.
- Entendido - mi celular comenzó a vibrar en el bolsillo del pantalón.
Hundí la mano en él y mire el identificador de llamadas "Karina González (mamá)".
- Hola - mi voz fue áspera.
- Axel. ¿Dónde estas? - Mi madre se escuchaba furiosa al otro lado de la línea.
- Estoy en casa de una amiga - trague saliva temiendo lo peor.
- Necesito que traigas de regreso el carro a casa, ya pasa de la media noche y tú mañana tienes clase. No puedo creer que sigas siendo tan irresponsable, Axel. Enserio si no vienes ahora olvídate de tener el carro este fin de semana para ir con tus amigos - corto la llamada.
- Lo siento Carla, me tengo que ir, ¿puedes decirle a Miranda que gracias por todo? Le mandare un mensaje más tarde. -Su mirada se suavizo en cuanto mencione "tengo que irme" -. Fue un gusto conocerte -. Recogí mi sudadera del sillón y camine hacía la entrada principal.
4:20 p.m. Viernes - Agosto
En los últimos días no tuve noticia alguna de Becca, fui a su casa un par de veces, pero nadie atendió incluso llamé a mi jefe quien tampoco respondió. De quien no paraba de tener noticias era de Miranda, su voz chirriante cada vez me resonaba más en la cabeza y por mucho que tratara de que eso no me importara no podía, ella pasaba la mayor parte de la noche ansiosa de sexo y el resto de ella en alguna fiesta con una cerveza en la mano. No la juzgaba, mi vida también ha sido de esa manera, pero percibir una vida tan parecida a la tuya desde otro punto de vista te ponía a reflexionar lo patética que había sido. Estaba siendo bastante hipócrita con ella al no hablar sobre lo incomodo que me ponía o que simplemente esto no era para mayores compromisos y ella lo sabía pero esperaba que me ablandara.
- ¿Qué harás esta noche? - Me abrochaba la playera frente al espejo apoyando la cabeza sobre el celular y mi hombro.
- Lo mismo que siempre, trabajar. Tal vez salga a comer algo con unos amigos. - Respondí decididamente.
- ¿No prefieres pasarla conmigo? Mis padres asistirán a una gala esta noche y tendré la casa sola hasta la mañana. ¿Qué dices? Podría pedir comida italiana - Su oferta era tentadora, pero había pasado las últimas noches con ella, lo que impedía hacer una buena labor en mi trabajo.
- Te agradezco la oferta Miranda, pero está noche no puedo aunque quisiera no puedo. Tengo que ... - Había cortado la llamada. Me quede mirando la pantalla unos segundos pensando en que había hecho mal.
¿Enserio me había cortado la llamada por no aceptar su petición? Eso era un poco infantil incluso para nosotros dos.
Recogí mis Converse del suelo y me los puse, baje las escaleras corriendo apenas monté el carro y un aire caliente me recibió. Cuando llegue al café una curiosa castaña se asomaba por las ventanas con ambas manos apoyadas en el cristal.
- ¡Hola! - Me miró por el reflejo de la ventana.
- ¡Hola! - Sonreí al reconocer esa dulce voz. Dude si debía abrazarla o sería raro.
Me aproxime hacia la puerta y metí la llave al picaporte, sentí su presencia tras de mi, su silueta iluminada con la mía. Cuando la llave hizo clic di un giro al picaporte y este rechino.
- Lo siento esta cosa suele atorarse - ella poso su mano encima de la mía, estaba helada.
- Lo estas haciendo mal, permíteme - retire mi mano de la suya y abrí pasó hacia atrás.
La abrió sin dificultad.
- ¿No entras? - Me miró con aquella dulce sonrisa.
- Sí - el calor reconfortante del lugar atestiguó mi piel - ¿Sabes? No creí decirlo nunca pero jamás me había alegrado de escuchar una voz, en especial la tuya es muy irritante.
- ¿Ah sí? - Sonrío con un brillo especial - tampoco pensé decirlo pero extrañe tener a quien rezongarle.
- Me sorprende verte, pensé que mi mejor amiga y jefa decidió dejarme plantado aquí.
- Solo pasaron tres días y medio - reafirmó ella. Pasó al otro lado del mostrador y apoyo ambos codos sobre la superficie plana.
- Bueno para mí fue una eternidad, fui a tu casa todos los días. Nadie atendió, no me llamaste, no enviaste ni un texto o tan siquiera dejaste una nota, estuve a punto de llamar a la policía por tu desaparición.
- ¡Aww! Eso es tan lindo de tu parte Axel - puso los ojos de borrego.
- ¿Qué cosa? - Me pare frente al mostrador. Separados por una superficie de madera, pude sentir llegar su aliento hasta mi cuello, dándome una cálida sensación.
- ¿Te preocupaste por mí? No lo esperaba de ti, Axel González.
- No, yo no dije eso, solo dije que... - Diablos realmente lo había hecho. Me preocupe por ella -. Solo dije que hacía falta la crítica de mi jefa.
- Sí, seguro - no me miro.
- ¿En donde estuviste?
- Le pedí a Martín un par de días. Salí de la ciudad con mi tía a visitar a su amiga Gloria, pero terminé enferma. Espero y te haya avisado Martín. - Sus ojos avellana se clavaron en los míos.
- ¿Bromeas? Él no me dijo nada. - Me miró sorprendida -. Aún así, ¿todos esos pastelillos eran para la visita de Gloria? ¿No era una fiesta realmente?
- Si, para eso eran los pastelillos, mi tía quería que probará mis dotes de repostería con una especialista en ello.
- ¿Y como te fue? - Apoye mis codos en el mostrador frente a ella - alguna anécdota que constatar.
- En realidad ninguna, terminé en cama los últimos días. - Acercó su nariz a la mía, el corazón me empezó a palpitar demás - ¿Realmente te hice mucha falta aquí?
- Solo diré que sí, necesitaba que me dijeran como debía acomodar los pastelillos o echar andar la maquina de expresó.
- Solo fui tu supervisora medio día Axel. ¿Cómo te las libraste sin mi? - Trague saliva enfocándome solo en sus ojos.
Antes que pudiera responder a su pregunta, la campanilla del lugar hizo un sonido tenso. Salvado por la campana Nuestra pequeña conversación había llegado a un fin temporal.
11:29 p. m.
Antes de cerrar la campanilla chilla de nuevo junto a esa voz aglomerante. Becca frunció el ceño y se dirigió a la cocina.
- Ho - Hola, Miranda.
- Pensé que sería bueno venir a verte.
- Siento no responder tus mensajes, pero como puedes ver estoy trabajando y esta noche no podré salir contigo. De hecho creo que ninguna otra. Perdóname ...
- Piensas que sólo puedes ir conquistando chicas, acostarte con ellas y después botarlas como basura, como hiciste conmigo. ¿Qué te pasa, Axel? Eres un cretino - alzó la voz, agradecí que la música estuviera más elevada.
- Lo siento Miranda, pero creí que esto sería lo mejor para los dos, tu amiga me dejó muy claro que solo soy tu "amigo con derechos" - baje la voz, haciendo comillas en ello.
- Enserio... - Me calló.
- Te juro que si vuelves a decir "lo siento" , golpeare tu cara y no volverás a tener una chica cerca por mucho tiempo.
Sentí una persona a mi lado. Con ese ser tan pequeño me sentí seguro.
- Cariño, quisiera que intentarás eso, de verdad, pero este no es ni el momento y menos el lugar. Por qué no vas a tu casa y reflexionas sobre tu vida. Después podemos ver quién le lanza el primer puñetazo a Axel. - Me quede perplejo, no sabía si Becca me estaba defendiéndome o estaba de su lado.
Miranda apretó los labios, la miró con recelo y después me lanzó una mirada llena de odio. Abrió la boca pero lo pensó antes de decir algo, salió del lugar y cerró la puerta con brusquedad.
- Gracias, Becca pero no era necesario. - Volvió entrar a la cocina sin decir nada.
Entre a la cocina, Becca amasaba una gran cantidad de masa sobre la superficie de aluminio, murmurando algo entre dientes.
- Vamos Becca, deja todo - me aproxime a ella tomando sus manos con delicadeza -. Te llevaré a casa.
Asintió con la cabeza, me sonrío con dulzura.
- ¿Hablabas enserio con Miranda? - Mi voz salió con fragilidad.
- ¡Muy enserio! - Respondió con firmeza y sutileza.
- Entonces, ¿realmente me golpearías?
- Sí, si es realmente necesario para de dejes de ser un cretino de una buena vez, ten por seguro que lo voy hacer y no pediré una disculpa por eso.