Narra Leo:
Han transcurrido pocos días desde que te entregamos, no se si sigues con vida y de cierto modo eso me preocupa demasiado, no se que tal la estas pasando con esos asquerosos humanos, si te estan tratanto bien o te estan maltratando, si te alimentan correctamente o te estan matando de hambre.
La culpa me invade, nunca me habia sentido de la manera en la que me siento ahora, la culpabilidad me esta doliendo y es que es muy complicado para un vampiro tener emociones, somos seres que matan a sangre fria, sin ninguna pizca de piedad, pero contigo, es distinto. Mi primera amiga, mi gran acompañante de juegos a sabiendas de que todo era un gran teatro, los cuidados y abrazos no eran reales, siempre supe que eran un engaño, una pantalla preparada para ti especialmente para que creyeras que el mundo real era peligroso cuando el verderadero peligro existia ya se encontraba rodeandote.
No tenias que darte cuenta de esto, tenías que vivir en una pantalla, amando a lo que creamos especialmente para ti, de esta manera te quedarías hasta que vieramos como desaparecerte, el abuelo amaba mucho a tu madre, realmente la quería demasiado, para él, esa mujer era su luz luego de la muerte de su esposa, lamentablemente cometio un error, uno que el abuelo no pudo pasar por alto, ella traiciono a todos los vampiros y te trajo a ti.
—Alba, no te odio—musito en voz baja mirando a traves de la ventana del enorme castillo, ultimamente me la paso mirando al exterior, la similitud del paisaje me recuerda a esa casa en la que estuvimos por un largo tiempo, eras muy ingenua, creerias lo que tú abuelo dijera, tomarias su mano y sonreirias como toda la vida, el espejismo termino y fue mas doloroso de lo que pense a causa de que me acostumbre a ver a tus hermosos ojos y tú radiante sonrisa cada vez que me saludabas, pareces un angel tan solo te faltan las alas.
Suelto un largo suspiro, una voz detras mia me sorprende—Joven Leo, nuevamente estas divagando demasiado ¿no te parece?—pregunta el mismo hombre que se mantiene perdido en su mente dentro de su propio ataud, el mismo que lamenta sus acciones y finge que no le interesa, con voz tranquila digo—por supuesto que no, es solo que creo que hicimos algo incorrecto, ultimamente pienso que talvez las normas estan mal planteadas—siendo honesto ya no se que esta mal conmigo, no ha pasado un mes y todo lo que puedo pensar es en ella llorando.
Ella en verdad creía en ti, confiaba de todo corazón en mi y sin embargo, le he dado la espalda, me aleje de ella, termine dejandola por su lado aun cuando Alba se estaba preocupando por mi sin conocer la realidad del asunto, su abuelo jamas me haria daño por una razón especifica, soy el futuro de nuestro clan.
Perdoname Alba, tenia mi propia misión al acercarme, ninguna de mis acciones fue sincera desde el principio, mi misión era vigilar que él cumpliera con su trabajo, al no ser igual que nosotros tenias que morir, ese fue tú destino desde tú nacimiento, el viejo a prolongado tú vida por tú parecido a su hija, solo ha sido eso.
Claramente tú no puedes ser el sustituto de tú madre, por mas apariencia similar que tengan no podrán ser las mismas, mi padre dice que tú madre era una rebelde sin causa, una loca que no tenia remedio, tú por tu parte eres muy obediente y como no serlo si piensas que haya fuera moriras.
—Leo, las reglas son fundamentales y tienen que ser obedecidas, vienen desde años atras, cuando seas un adulto lo entenderas, en unos días seras adulto y tú pensamiento tambien cambiara—dice tranquilamente mientras acaricia mi cabeza del mismo modo en que lo hacia con su nieta, el viejo es tan exasperante, cada que hace esto me recuerda bien lo mucho que finge al punto en que no puedo estar seguro si alguna vez sería capaz de traicionarme del mismo modo en que lo ha echo con Alba.
Aparto su mano lo más lejos de mi y sonrio forzadamente—No hagas eso, agradeceria que guardes tú distancia—murmuro conforme me alejo de él, el hombre se suelta riendo de mis palabras, realmente no se que le causa gracia.—no bromeo, es repugnante ver como me acaricias del mismo modo que a ella.
Su semblante cambia drasticamente, frunce sus cejas y me fulmina con la mirada—¿Odias a Alba?—me pregunta como si no fuera obvio, ciertamente no la odio, pero detesto los sentimientos que me inundan cada que la recuerdo, eso es lo que me desagrada, aprieto con fuerza mi mano y musito—NO, odio tus acciones hipocritas.
—En ese momento fuiste capaz de usar tú habilidad en mi a sabiendas de quien soy—espeto con enojo, le señalo con mi dedo indice sin respeto alguno—eso demuestra que existe la minima posibilidad de que me traiciones.
Las carcajadas del viejo resuenan por todos lados, no soporto verlo reirse, enseguida chasqueo y me teletransporto a otro sitio, no tengo ganas de mirar su rostro, una vez en mi habitación, me tumbo en el ataud mientras vuelvo a divagar sobre las acciones que he tomado en mi vida.
De pronto siento un dolor punzante en mi pecho, me retuerso el interior de mi ataud, gradualmente el dolor va incrementando, la sensanción es tan fuerte que de mis cuerdas vocales se escapan gritos sonoros, no comprendo que es lo que me esta pasando, mi visión se vuelve borrosa, apenas puedo oir varias voces llenas de preocupación a mi lado.
Estoy seguro de que una proviene de mi padre y la otra de ese viejo traidor, mi consciencia se va perdiendo, con dificultad señalo mi pecho y logro articular—duele, padre, duele—siento que toman mi mano y me aseguran que estare bien, sin embargo, no confio mucho en estas palabras, porque las palabras pueden ser engañosas al igual que las palabras y promesas que yo le dí a quien creyo en mi.