(Narra Dante Sartuori)
Fue más fácil de lo que pensé, le había dejado en claro a Rowan lo que era y lo que pasaría si decía algo, aunque quizá me excedí con mi falsa amenaza. No podría arriesgarme a que si ella le decía a alguien, Adolph estaría dispuesto a todo para mantener el secreto. Lo mejor sería que ella no dijera ni una sola palabra, por su propio bien. Por un momento quise dejarla seguir jugando a la detective, pero escuchar sus pasos a mis espaldas y sus continuos comentarios hacia mí, me sacaron de quicio. Esa chica tonta.
Las clases habían concluido, la escuela estaba vacía. Ella se quedó sola y con los ojos abiertos de par en par. Verla así me provocaba cierta gracia, tenía los ojos tan redondos que ahora sí parecía un conejo de verdad.
En el camino lleve mis manos a mi cabeza, solo para acomodar mi cabello y fue ahí donde algo extraño paso.
La brisa que soplaba llevo un dulce aroma a mis fosas nasales, canela, madera, cereza y café... Era tan delicioso que lo aspire de nuevo. Inhale con fuerza y luego note que provenía de mis manos, las olisque un momento y recordé de donde se me impregno el olor.
―Esto es el olor de Rowan, ¿Huele así de bien?―Pensé.
Subí a mi auto y el teléfono en mi pantalón comenzó a vibrar, "Melissa llamando" decía la pantalla. Le conteste de mala gana, no estaba de humor para hablar con esa zorra.
― ¿Qué quieres?― Le dije.
―No me hables así, cariño.― Sentenció.― Soy tu novia. ― No lo pude evitar y una burlona carcajada salió de mi garganta.
―No te confundas. Ya te deje muy en claro que no eres nada mío. Y lo que hiciste con Rowan…No vuelvas a tomarte atribuciones que no te corresponden. Jamás uses mi nombre de nuevo, a menos que quieras tomar el lugar en el que pusiste a Rowan. ― Hubo un silencio, pude sentir como Melissa se retorcía.
―Parece que esa maldita perra ya te tiene de su lado.
Puede que tuviera razón, pero la verdad no me importaba. Nunca me había interesado una mujer a menos que fuera solo para divertirme. En este caso no quería que nadie más se metiera con Rowan.
― De cualquier forma. ― Prosiguió ella. ― El mudo ya se te adelanto, a lo que sea que tengas pensado hacer con ella.
Cuando insinuó que Rowan y el eran pareja me hizo molestar, según yo el mudo era homosexual.
― ¿Qué no el mudo es marica?― Pregunté.
― ¿Eres ciego o te haces? Es obvio que él está enamorado de ella.
Sentí un leve pinchazo en el pecho, no era porque esos dos tuvieran alguna clase de vínculo, sino porque se supone que el mudo es un marica, así que ¿Cómo pueden decirme que estoy equivocado? Él es marica y se acabó el asunto.
Guarde silencio mientras reflexionaba, pero Melissa volvió a insistir.
― Ven a verme. ― Su voz era en extremo lasciva. Me estaba suplicando, supongo que con eso creí que podría controlarme. Yo me carcajeé. Melissa era una zorra. ― ¿Te vas a meter con esa estúpida? ― Preguntó al final con evidente ira.
Por reflejo mire el retrovisor y la vi. Era Rowan caminando decaída y, con la mochila en el piso.
―Puede ser.
―¿¡Que!? ¿Estás de broma? No puedes rechazarme por esa buena para nada y menos cuando te ofrezco sexo gratis.
―Melissa, por favor. No todos son unos perros calientes. Si tantas ganas tienes sal a una esquina.―Y antes de que protestará le colgué. Ya me había colmado la paciencia.
Espere a que Rowan pasara enfrente del auto para bajarme. Cuando lo hizo abrí la puerta y me plante frente a ella. Y sorprendentemente me ignoro. O quizá no me vio.
― ¡Hey tú! ¿¡Que no me viste!?―Le grité, ella se dio la vuelta y con la misma cara triste que traía me miro y abrió la boca.
―Lo siento.― Si no fuera por mi súper oído, no la habría escuchado, parecía que rezaba.
― ¿Que dijiste?
―Lo siento... ¿Señor?― Me llamo señor, me sorprendí, pero pese a esto no me agrado que lo hiciera. Yo era joven, no una bolsa de arrugas.
―No me llames así. Solo dime Dante. Pero dilo con respeto.
―Sí, señor Dante.― Su voz estaba tan apagada, que llegue a pensar que si me pase con la amenaza, pero era necesaria.
― ¡Quita el señor! ¡Solo dime Dante, carajo!
Ella retrocedió, aparentemente asustada. Me maldije por eso, su cara, tan redonda y rosada me inducía culpabilidad. Sus ojos estaban cristalinos ¿Habría querido llorar? Como sea, no lo hizo.
―Solo sube al auto, te llevo.―Nada más decirlo y su rostro cambio totalmente, de uno triste a uno asustado.
― ¡No!― Dijo.
― ¿Que acabas de decir? Te dije que subieras, ¡Hazlo!― Negó con la cabeza y se echó a correr. Trató de escapar de mí. Eso no lo toleraría.
Sin pensarlo salí tras ella.
― ¡Vuelve aquí, Rowan!
― ¡No quiero!― Gritó mientras corría.
Rowan corrió por varios segundos... Hasta que se tropezó con una rama y callo de cara contra el piso. Me dieron ganas de reír, así que lo hice.
― ¿Le parece gracioso?― Dijo mientras se levantaba. Le extendí mi mano pero ella simplemente la ignoro. Me enfureció, así que la empuje de nuevo al piso. Yo y mi estúpido ser impulsivo lobuno. Se fue de espaldas y luego se quejó con dolor. Enseguida lamente el haberla empujado y trate de remediar el error, pero entonces me miró de mala gana.
―No me hables de manera formal, tengo tu edad. Y no vuelvas a rechazarme. ¿Entendiste?― Le extendí la mano una segunda vez y, al ver que no respondió la tome y la jale hacia mí.
Se resistió, tiro con todas sus fuerzas para separase de mí, pero no la solté. Dije que la llevaría a su casa, no sé porque lo hice. Pero lo cumpliría.
Siguió forcejando hasta que no soporte más, la levante y la cargue sobre mis hombros.
― ¡Bájame!― Chilló.
―Si sigues gritando voy a tirar tu cuerpo por alguna coladera.
Y cerró la boca, dejo de forcejar y de patalear.
La metí como muñeca a una caja de regalo, estaba totalmente enfada y miraba para todos lados. ¿En busca de qué? ¿De ayuda?
Encendí el motor y salí limpiamente del estacionamiento. Estaba desierto, ni un alma en pena se asomaba por la escuela. Rowan estaba nerviosa, su respiración era agitada y jugaba con sus manos.
Su manos... Las mire con cuidado, aún tenía la herida que yo le provoque, sus guantes estaba sucios llenos de polvo, pero muy por abajo de eso, podía sentir el olor de la sangre.
Se le abrió de nuevo la mordida. Y una mancha rojiza comenzaba a colorearse en los guantes.
― ¿Te duele la herida?― pregunté mientras señalaba con la barbilla su mano.
―No ― dijo sin siquiera mirarme.― Ya va a sanar.― Al parecer no sentía que su herida estaba abierta. O debería decir mi herida, porque yo la hice.
―No. Mira tu mano, estas sangrando.
―Ah... Es verdad. Fue tu culpa.― sus palabras se clavaron como daga en mi pecho, ¡Si, como no!
― ¿Quieres hacerme sentir culpa? Te recuerdo que tú fuiste la que se puso como gato loco.
―Eso no hubiera pasado si una "bestia" no me atacara cada que le place.― Su voz tuvo un deje de odio y repulsión.
Frene de golpe y ella se asustó cómo ratoncito, la mire directamente y ella a mí. Me estaba retando, se quería poner de valiente.
― ¿Te recuerdo que mataré a los que te importan si me haces enojar?― Tenía que recordarle que no podía hacerme enojar. No si quería que su otra mano siguiera sana. Era demasiado impulsivo y no podía permitir que ella me provocará, no podría controlarme.
―No, no lo he... Olvidado― dijo mientras bajaba su rostro y se giraba para ver por la ventanilla.
―Correcto.― No hablamos el resto del trayecto, la situación se puso demasiado hostil.
En el centro del pueblo, en algún crucero de alguna calle cuyo nombre no me interesa, un grupo de idiotas de la escuela se nos quedó mirando, no sé si era por el auto, (que era uno de lujo, claro) o porque les sorprendía verme.
Resulto ser lo tercero, lo que no imagine. Observaban a Rowan. Agudice el oído para escuchar lo que decían.
― ¿No es esa Rowan?
―Oye sí, es ella. ¿Qué hace con Dante y... En su auto? ¿No sale con Melissa?
―Esto será chisme caliente mañana.
― ¿No son enemigos? El juro que la mataría. ¿Crees que vaya a matarla ahora?
Sus estúpidos comentarios me hicieron reír, Rowan me miro con cara de no entender nada.
― ¿Qué? ¿A caso no escuchaste?
― ¿Escuchar qué?― Preguntó.
―A los tipos de...―Rowan no tenía un oído tan hábil como el mío, así que no tenía caso que le dijera lo que yo sí escuche.― Olvídalo, conejita.
Giró su rostro y maravilla de los cielos, del otro lado estaba su amigo el mudo, caminaba con una bolsa en las manos. Se quedó estupefacto cuando vio a Rowan y abrió los ojos cuando me vio a mí. Solo por molestarlo, levante mi mano y lo salude. El semáforo me dio luz verde y acelere.
Rowan pego sus manos al cristal y golpeo un par de veces, el mudo intento alcanzarnos pero... No pudo. Ella me dirijo una fría mirada, aunque más que nada triste.
― ¿Qué? No hay espacio para tres. Solo para dos.