CAPÍTULO XXX

2840 Palabras

CAPÍTULO XXX BAJO PALABRA UNA voz clara y alegre que sonaba á la orilla del bosque llamando á los del reducto me despertó, y despertó igualmente á todos los demás; y el centinela mismo que se había buenamente recargado contra la puerta se estremeció enderezándose en su puesto. —¡Ha del reducto!, gritaba la voz. Aquí viene el Doctor. Y el Doctor era, no cabía dada. Yo sentía gusto, ciertamente en escuchar aquel acento amigo, pero mi alegría no era muy pura que digamos. Recordé, al punto, con gran bochorno, mi insubordinación y conducta furtiva, y al ver á qué extremo me había ella conducido, en qué compañía y de qué peligros me rodeaba, sentí vergüenza de ver al Doctor á la cara. Él debió haberse levantado muy de madrugada, por que la luz no llegaba aún decididamente, y cuando yo hube

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