CAPÍTULO XXVII

2776 Palabras

CAPÍTULO XXVII “¡PIEZAS DE Á OCHO!” DEBIDO á la gran inclinación en que había quedado la goleta, los mástiles se veían suspensos en gran parte encima del agua; así es que, desde mi asiento en el bao de las gavias, yo no veía debajo de mí sino la superficie de la bahía. Hands, que todavía no iba tan alto, estaba, en consecuencia, más cerca del buque, y su caída se efectuó pasando su cuerpo entre mí y la balaustra. Por una vez le ví alzarse á flor de agua en una mezcla de espuma y sangre y luego se hundió de nuevo para no reaparecer más á flote. Tan luego como el agua se serenó pude verle tendido sobre la limpia y brillante arena del fondo, y como protegido por la sombra que los costados del buque arrojaban sobre el agua. Uno ó dos peces azotaron su cuerpo al paso. Una vez ú otra con el on

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