Una semana después… Rengueando, Kaelan camina por los pasillos de la clínica hasta llegar a una de las habitaciones. Abre la puerta y su sonrisa se ensancha hacia la mujer pelirroja que está ayudando a atender afanosamente a los niños. —No debería estar por estos lares, rey Kaelan —dice Clarisse aun de espaldas—. Que yo sepa el doctor todavía no le dio el alta. —Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma —replica él acercándose a su espalda. La sola cercanía hace erizar los vellos de todo su cuerpo. —Estoy ocupada. —Clarisse señala la sala. Afortunadamente, todos los cachorros están reaccionando de forma favorable y todo indica que pronto serán dados de alta—. Y usted todavía está herido. Regrese a su habitación, por favor. Kaelan se acerca un poquito más. Su nariz roza su