Andrés Había llegado el día que por tanto tiempo había postergado. Había llegado el día de que por fin Sara se enterara de la verdad, pero no había sido yo el que se lo había contado y ya no solamente debía enfrentar al cruda posibilidad de que no me creyera, o no quisiera estar conmigo al enterarse, y que era lo que hasta entonces me había tenido en ascuas. Ahora le agregaba el temor del agregado que el idio. Ta de Pablo le pudiera haber hecho a la historia para intentar salir bien parado o simplemente, para dejarme peor parado a mí. En todo eso pensaba mientras conducía mi coche, a velocidad bastante alta, camino a casa de Sara. Y es que cuando recibí el llamado de Marta me sentí morir, pero lo peor fue cuando me informó de cómo se había enterado. En ese momento me sentí arder en el

