FLASHBACK
Diciembre – hace dos años
Lía se pone el traje rosado, corto y muy atrevido. Tal como le gusta y combina con ella.
Y Valentina con el… - ¿Rojo?
— Es una noche especial, loca y tal vez… –su cara inocente se ruboriza y deja de ajustarle el vestido a Lía-. es la última travesura juntas y no pienso quedarme atrás.
Todas abandonamos la alegría. Es un momento donde el corazón se te estruja al saber que te separarás de las mejores personas de tu vida, tus amigas, tu familia y de la ciudad. Es un nuevo comienzo para todas, empezarás a luchar por tus propios sueños y las ambiciones propuestas.
— Si continúan en ese plan llegaremos tarde –advierte la rubia logrando que Vale termine su trabajo con ella-, ve a cambiarte Alex ¿Qué esperas?
Entro al walking closet y me voy cambiando lentamente.
— ¿Por qué el verde? –alzo la voz para ser escuchada por la castaña
— Esperanza –suelta y puedo escuchar sus pasos hasta la puerta-, constancia y perseverancia, una definición general de lo que trasmites.
Me callo, no tengo nada para decir.
Siempre me consideré de un color más fuerte, el rojo intenso, sería ideal. Sin embargo, proyecto algo diferente para ellas, en mis mejores amigas, en esas dos chicas que son como el ángel y el demonio. Una incitándome a comportarme y la otra, alentando mi explosivo, desafiante y terco carácter. Las mejores al fin y al cabo.
Miro el reflejo en el espejo y me odio, odio por sentirme sexy en un disfraz tan infantil, odio porque esa imagen no concuerda en nada conmigo, con mi personalidad o con mis planes de conquistar a Sebastián. Muy a pesar del significado que Valentina acaba de darle.
— ¿Ariel? –resopló profundamente, frustrada al no tener claro si es el vestido o soy yo lo que está mal-, ¿no había algo menos infantil?
— ¡Estas preciosa! Lo hice respetando tus gustos y es perfecto –entra de inmediato y ni su amplia sonrisa logra convencerme.
— ¡Waoo! “Ajustado, escotado e inocente” definitivamente lo es –acepta Lía al entrar-, si es perfecto para ti “Sirenita”
— ¿En serio? Ya no tenemos diez. Con este disfraz Sebas ni se fijara en mí –hago un puchero y señalo mi ropa- es un personaje de Disney.
Me siento incómoda mostrando tanto de mi cuerpo solo para llamar la atención de un hombre, y por otro lado, no entiendo cómo, a un hombre como él, le pueden gustar las chicas tan superficiales.
¡Hombres al fin y al cabo!
— Si no se fija en ti, juro que habrá una larga cola detrás de… esa cola –sonríe pícara.
Un punto a mi favor.
— Te identifiqué con ella –explica pausadamente la castaña, acomodando los detalles de la ropa-. Tienen muchas cosas parecidas, el color de cabello, son jóvenes hermosas y en el silencioso amor incondicional por un hombre.
— Andamos rápidas mi ciela –sorprendida, la miro- tienes la respuesta en la punta de la lengua. Eso pasa por estar dándole mucho movimiento con Eduardo –le saco la lengua burlándome del color rojizo de sus mejillas por la carcajada de Lía.
Un toque en la puerta de su habitación interrumpe nuestra gran conversación.
— Señorita Valentina, el joven Eduardo las espera en la sala
— Gracias Toña, en un minuto bajamos –
Con el rostro brillando de amor, me mueve las manos apurándome para salir. Ruedo los ojos y solo aplico en mis labios el labial Rouge, uno intenso como mi cabello, uno que resalta en mi tono de piel tan pálido y anima mis ojos pardos.
— ¿Realmente me veo bien? –pregunto por última vez. Nerviosa, muy nerviosa.
El top morado con pliegues realza el tamaño de mi busto escote que intento cubrir con mi largo cabello peinado hacia un lado para darle vida al flequillo. Mi abdomen esta expuesto, resaltando la finura de mi cintura ofrecido por el grueso doblez del borde de la falda de lentejuelas verdes tornasol, la misma que ajusta desde la cadera hasta las rodillas dibujando mi trasero a la perfección y contorneando mi figura. Finalmente, en la parte baja la tela caía permitiéndome caminar con soltura.
— ¡Demasiado! Ya verás cómo lo dejas con la boca abierta –me asegura y le creo. Lía jamás mentiría-, como a muchos “Sirenita”
La castaña alisa su corta falda de su disfraz de Caperucita y no me queda más, que reconocer su excelente trabajo para confeccionar estos trajes. Es única y especial.
— Toma –la rubia le extiende mi labial y ella niega frenéticamente- una por una ¿no te parece?
— Muy bien, una por una –enarca una ceja y a regañadientes se aplica el labial rojo.
— ¡Perfecto! No hagamos esperar al hambriento lobo feroz ¡¡¡grrrr!!! –le hago una imitación de gruñido y toda ella vuelve a teñirse de rojo.
Una vergüenza intensificada cuando el pelinegro esperando por ella, le planta un beso en los labios al no poder evitar contemplar lo hermosa y provocativa de su vestimenta de la noche. Un escote provocativo le da forma a su figura y la corta falda con tacones le brindan elegancia a sus estilizadas piernas.
— ¡Despacio Baby! No es comestible, no hasta después de un anillo de diamantes en el dedo –bromea Lía.
— Lo sé perfectamente –Eduardo se separa de ella y sonríe, mostrando ese traje entre lobo y caballero confeccionado por la castaña a juego con sus colores-. Me ha sido imposible controlar los instintos del lobo por comerse a la caperucita entera –me río, si a nosotras nos causa gracia a ella, la avergonzará.
— Si ella lo acepta, genial. ¡Suertudazo! –le señalo con el mentón a la roja castaña y giro, caminando hacia la salida con Lía, quien no tarda en dar un sutil comentario.
— Ese bombón te lo comes en privado y con la boca cerrada, utilizando lo poco de caballero que posees esta noche.
Subimos al elegante jaguar rojo, uno nuevo bajo el poder de Eduardo. La familia Green era dueña de los concesionarios de automóviles más exclusivos en medio mundo. Bondades que le permitían tener modelos exclusivos a su disposición.
— ¿Iremos por el sí o sí? –Eduardo me mira por el espejo retrovisor
— Obvio. Hoy me las juego todas –le aseguro y él pone en marcha el auto sin soltar la mano de la castaña a su lado.
Él no duda, yo tampoco. Yo tengo mis objetivos claros y sé que quiero a Sebastián en mi vida de ahora en adelante, sin importarme el costo.
*
El sol cae sobre mi rostro, filtrándose entre el madejo de cabellos. Me remuevo entre las sábanas buscando comodidad y el quejido de alguien más termina por despertarme.
— Déjame dormir Alex, no jodas tan temprano –su rosada mascarilla para dormir está intacta, combinable con su bata de seda.
— No me siento muy bien –acaricio mi abdomen y corro al baño, las náuseas me matan.
— Cuidado te vayas a… -y ahí estoy, tirada en el piso- a tropezar.
Me levanto adolorida, mareada y a toda prisa hasta el baño. El exceso de vino de la noche anterior debió caerme mal, muy mal.
Pero quien puede negarse a una noche de negocios, chismes y confesiones con una buena botella de vino. Bueno tal vez fueron más.
No puedo con mi vida, ni el malestar que me traigo. Abro la llave de la ducha y me meto, así, sin piedad y en agua fría para librar a mi cabeza de tal malestar. Y funciona a la perfección.
Termino de bañarme y envuelta en una toalla, camino hasta la habitación buscando venganza contra las dos malas amigas que me emborracharon.
— ¡Es hora de levantarse! Tenemos una reunión importante y no podemos llegar tarde –ambas se remueven quejándose por el ruido de mi voz-. Son las… ¡son las nueve! ¡Las nueve! ¡Las nueve!
— Oh maldición –la castaña se levanta y corre desorientada
— El baño, al fondo a la derecha –entreabriendo sus ojos, logra seguir mis indicaciones-. Tú también debes levantarte –remuevo a la rubia
— No, en los negocios yo no intervengo.
— Claro que sí, chiquita.
— Debo estar regia Alex, sino mi rostro se va al diablo –se queja, removiéndose entre las sábanas.
— Si no estás lista en veinte minutos, despídete del contrato
Empiezo a vestirme para la ocasión escuchando el refunfuñar de la rubia al levantarse. No parece afectada en nada, si tan acostumbrada está a las fiestas fuera de control.
[…]
La reunión duró más de lo previsto, nos llevó toda la mañana pero al final conseguimos el suculento contrato de los nuevos diseños, con la publicidad y hasta la modelo incluida. Lía no podía quejarse, los beneficios harían despegar su carrera aún más.
Quien se imaginaría, que las tres niñas mimadas lograríamos formar una empresa con nuestro propio esfuerzo. Valentina, a nombre de quién estaba la empresa como socia mayoritaria y diseñadora principal, Lía como la modelo y yo, llevando la administración. Siempre con un perfil bajo, a escondidas de mis padres o también me quitarían la oportunidad.
Bajamos a comer en el restaurante del hotel, donde el socio estaba hospedado y del que tantos malos recuerdos tengo. Nos sentamos en una de las mesas del jardín, donde los tres elegantes y distinguidos caballeros se mostraron más animados y llenos de curiosidad por nuestras vidas.
Miro con nostalgia los colores reflejándose sobre la piscina, gracias al sol y sus tonalidades hermosas. Es un placer sentir el aire fresco aligerando mi esencia y llevándose poco a poco las preocupaciones y los recuerdos que golpean fuerte mi pecho.
— Señoritas, fue un placer hacer negocios con ustedes –la sonrisa lobuna del rubio ojos azules me hipnotiza.
Su pose de seductor, elegancia y coquetería es impecable en ese traje de colección exclusiva y juraría está hecho a mano, por los mínimos detalles de la costura de los parches de colores de su Jersey.
— El placer ha sido nuestro –agrego estrechando su mano.
Su mirada repasa desde mi plisada falda beige un poco más arriba de mi rodilla, la camisa blanca que llevo puesta, hasta centrarse en la gargantilla dorada que decora mi cuello. Mi rojizo cabello está atado a una cola alta y el maquillaje es suave, como los colores de mi ropa.
— Nos veremos muy pronto, señorita Blanc –lo dice mirándome a los ojos, sin titubear y frente a todos.
Los tres se retiran dejándome una sonrisa en los labios. Un halago te alegra el día, indudablemente.
— ¿Escucharon lo mismo que yo? –la exagerada y sorprendida castaña no puede con lo presenciado.
— Alex, dime que lo verás pronto por favor –interviene Lía-. Para qué pedirle más a la vida si Nick Miller lo tiene todo –y estira sus dedos enumerando cada cualidad del susodicho- es el mejor partido, guapísimo, millonario y te devora con la mirada. Con un tipo así, te juro que me caso
— Lo admito, es guapo y me hubiese conquistado de inmediato con su tono tan halagador, con esos dos zafiros azules destellando con elegancia, con ese porte de caballero y con todo lo que posee.
— Pero… -la tristeza de Vale es notoria
— Pero a la señorita Blanc, una masoquista por excelencia, no puede serle infiel a su ilusión perdida –rueda los ojos la rubia porque sus palabras son muy obvias.
Jala su silla y se sienta de mala gana, ordenando tres bebidas al mesero. Imitamos su actuar, sentándonos en silencio a su lado. De alguna forma, a mi me afectan sus comentarios, me duele la verdad de mi vida, la realidad en la que sobrevivo.
— Dentro de una semana viajaremos a Londres ¿Vendrás con nosotras?
— No me casaré pronto pero, tampoco tengo la opción de marcharme abierta –me encojo de hombros
— ¡Obvio que la tienes! Alex me jode ver tu derrotada actitud, puedes venir con nosotras y hacer lo que se te pegue la gana.
Guarda silencio al notar la presencia del joven mesero. Pone frente a mí un vaso con enormes cubos de hielo flotando entre fresas y un líquido rosa. Doy un sorbo dando tiempo a recuperar nuestra privacidad y exponer mi más patética excusa.
— No es tan fácil, quiero terminar mi carrera y... formar parte de la empresa –me centro en hundir el hielo escuchando solo un bufido de la furiosa rubia.
Lo sé, soy patética.
— ¿Aún no te habla? –niego con la cabeza sin mirarlas- ¿ni tú le hablas? –niego nuevamente-. Han transcurrido dos años y jamás mencionaste lo que hablaron esa noche –Vale con su tono conciliador intenta bajar la intensidad
— Ustedes lo vieron todo, nuestra conversación fue sobre lo mismo –me encojo de hombros y vuelvo la mirada hasta la piscina sintiendo el tirón en mi corazón al recordar.
Si les contara las crueles palabras de Sebastián, lo odiarían; y no, no quiero llegar a eso si mi corazón aún guarda esperanzas de que aquello haya sido una mentira.
Soy cobarde, lo sé. Y yo jamás lo fui.
— No te creo –bufa la rubia-, estabas decida a olvidarlo, lo encaraste y… no te creo Alex, esa noche perdiste algo más a parte de tu valentía.
— Aun intento olvidarlo, debes admitir que el primer paso ya lo di y si mi cabeza no está en sincronía con mi corazón ya escapa de mis manos
— Te doy toda la razón, lo mismo me sucedió al terminar con Eduardo. La distancia y mi escaso tiempo terminó con mi relación en cuestión de semanas. Pasaron meses sin vernos, concentrada en mis estudios para no pensar en él y aun así, estresada y todo, Eduardo se las arregló para ser inolvidable hasta conseguir estar a mi lado.
— En tu caso el amor es mutuo, en el de ella, es Alex y una pared.
— Tranquila chiquita, entendimos el punto. No necesitas revolcarme en el piso.
— Digamos que te creo. Alexandra Blanc, si estas disponible entonces bien puedes aceptarle una invitación a Nick ¿no crees?
Esa ceja levantada, ese tono tan suave y esa mirada fija, me reta, solo espera la primera duda para irse en mi contra y demostrar que tiene la razón.
¡Y sí que la tiene!
— Detesto mezclar los negocios con mis asuntos personales pero –levanto mi dedo callándola-, pero si me invita a salir lo haré.
— Con eso me basta
Estaba segura de los planes de mis amigas y sus pocas ganas de perder el tiempo en estos asuntos. Algo se les ocurriría esta misma noche, no tengo dudas.