FAITH —Seguro que estabáis haciéndolo antes de que llegara —dijo. —Pues claro —admití y nos echamos a reír. Hablar de sexo se terminó cuando Alan salió corriendo de casa, atravesando todo el jardín con su bañador puesto y arrastrando una toalla por el césped. Soltó la toalla y trepó por mi hamaca hasta sentarse en el borde. —¿Os habéis metido? —Y sacudiendo las piernas inquieto, insistió—. ¿Jugamos? Helen se levantó de su hamaca y le dio la mano. Alan sabía que no podía bañarse solo, y todavía cuando Nathaniel jugaba a tirarlo a la piscina a mi me daban microinfartos. Los dos se cansaron de jugar al rato. Helen volvió a tomar el sol a mi lado y no el quité el ojo a Alan tumbado en su toalla de dibujos. —Alan, cariño, ¿has visto a papá? Se encogió de hombros. Aunque no necesité respu