La joven mujer con aires desafiantes se enfrentó al director general, arrugando su pequeña nariz. Esmeralda Bolton, era tan osada, tan caliente como un caluroso verano en julio, era tan fácil captar miradas en ella, porque tan solo respiraba y las personas babeaban. Era un don, el brillo que no todo el ser humano tiene, y que muchos envidian.
- ¡No puedes cambiarme de tema!, Richard-La irritación en su voz fue tan graciosa para el viejo hombre. Suspirando toco sus sienes, masajeando la zona, para aliviar los berrinches de su sobrina-Solo necesitaba una entrevista con el señor Emerson para finalizar-Su tacón se estrelló contra el brillante suelo de la editorial mas importante de Nueva York, en la cual su tío, hermano de su madre, contaba con el puesto de director general.
-Rebecca ayudara con eso- El viejo demando girando sus ojos al techo- Hay nuevos temas por sacar y tu aun sigues a años luz de poder publicar algo tan simple. Si estas teniendo dificultades ya sabes que puedes tomar un respiro- Los ojos de la mujer se abrieron mas de lo normal, soltando un bufido, su orgullo fue herido- Escucha, Esmeralda- Richard bajo el tono de voz, solo porque sabía que los demás editores estaban tan atentos a la plática. La mayoría solo sabia decir que la señorita Bolton tenia el puesto de periodista gracias a su tío, tenia el titulo de ciencias de la comunicación, pero no del periodismo- Tu depresión… - Esmeralda tomo una respiración profunda. El psiquiatra había recetado antidepresivos, y un tanto poco clonazepam, pero que importaban, su mente seguía siendo tan activa y creativa como años atrás antes de enterarse sobre la verdad, que su puñetero padre era un famoso beisbolista que nunca la reconoció ante la sociedad convirtiéndola en una bastarda. Un poco absurdo, ¿No? Ella; una mujer hermosa, inteligente, ambiciosa, fuerte, fue producto no deseado de Erick Emerson, el mismo hombre idiota que tenía que entrevistar y no se atrevía- Eso será fácil si tu quieres que así lo sea, no tienes que hablar con él.
-Tengo que hacerlo- Su mirada y sus labios titubearon, era un tema delicado para ella.
-No logro entenderte- Otra vez suspiro el hombre, ¿Cuántos suspiros se habían escapado por sus labios? ¿Tres? ¿Cuatro? - Rebecca terminara el trabajo y tu retomaras el de ella. No aceptare mas berrinches de tu parte-Amenazo el hombre canoso, que, a pesar de la edad, era alguien que las mujeres jóvenes podían mirar y fantasear- Y no trates de convencerme, llevas dos jodidos meses suspendiendo y atrasando esa entrevista- La dura mirada lograba intimidar a cualquiera, pero no a su sobrina- Dejando el hecho de que ese hombre sea tu padre biológico, ¿Sabes quien es Erick Emerson?
-Un imbécil sin huevos- La mujer dijo entre dientes riéndose. Su tío movió las manos en señal de aceptación, encogiendo sus hombros.
-Totalmente cierto, pero para el mundo el es alguien famoso por lo que hace- Sus delicadas facciones se fruncieron con irritación. Ese tipo había arruinado su imagen ante el público. Ya no era la hermosa Esmeralda Bolton, la mujer número uno en periodismo gracias a sus méritos, tampoco la bonita locutora en la estación ciento cinco puntos cinco, ahora todos la reconocían como lo que era; la bastarda de un famoso beisbolista de la NBA.
- ¡He, Bolton! – La voz de un tipo al fondo del lugar resonó en el lugar – ¡Tu padre acaba de anotar un Home run! – La enorme pantalla de la editorial estaba encendida, transmitiendo la partida de béisbol. Ignorando el grito de jubilo del hombre, Esmeralda encaro a Richard.
-Ese tipo arruino mi reputación hablando sobre mi ante la prensa- Sus uñas de color rosa palo, se clavaron sobre su piel- Seria muy justo si hablo pestes de su carrera como beisbolista- Apretando sus bonitos labios, reprimió un gruñido de enfado.
-No harás tal cosa, te he dicho miles de veces que no mezcles tus emociones con el trabajo, tus problemas personales no caben en mi editorial.
-¡Emerson!- El reportero y entrevistador elevo su mano al aire para captar la atención del hombre bien parecido- Cuéntenos, ¿Hay algo que haya hecho en el pasado? Ya sabe, algo realmente loco para reírse el día de hoy.
Erick sonrió maravillado con la pregunta, sus ojos esmeraldas brillaron con maldad- A la edad de dieciséis años me acosté con una mujer cinco años mayor que yo, de esa relación fugaz nació una niña- La prensa brinco de sorpresa sobre sus asientos, alborotándose- Esmeralda Bolton, la preciosa periodista y locutora del que todo mundo habla, es mi hija.
—Señor Bolton— María, la bonita pero discreta secretaria del hombre , se acercó agitada con una carga de documentos en sus brazos. La respiración pesada era un claro indicioso de que la pobre chica necesitaba un respiro de las tantas tareas asignadas— La junta de las tres… esta por comenzar— Habló entre jadeo, sus feas gafas bajaron hasta el puente nasal. El hombre las acomodo con ternura— Lamento interrumpirla, Señorita Bolton—La mujer solo asiento comprendiendo.
—Vamos— Su tío se despidió de ella— No saques más el tema, ya está decidió. Rebecca lo terminara.
—Entiendo que Jeff suplió el papel de padre— El psicólogo afirmó— Y tú te enteraste que tu progenitor te trajo a este mundo por medio de las r************* .
La hermosa mujer asintió— Así es. Mi madre se volvió a casar, Jeff podrá ser mi padrastro ante lo civil, pero para mi corazón el es mi padre. Entonces llega Erick Emerson y arruina todo, soltando que soy su hija fuera del matrimonio.
—Lo que a ti te causa conflicto interno, no es que Erick no haya estado en tu infancia y gran parte de adulta, lo que te causa molestia es el hecho de haberte perjudicado, manchado tu imagen.
Miro como su tío le daba la espalda para ir a la reunión, dejándola con el resentimiento.
Debería estar de su lado tratando de echarle mierda a la carrera de Erick, porque después de todo ese hijo de puta había abandonado a su hermana, dejándola embarazada y a su suerte, pero al parecer, Richard Bolton amaba tanto su editorial y poco a su madre como para hacer eso.
-¿Crees que puedas conseguirme el autógrafo de tu padre?- Esmeralda miro la hoja blanca y el bolígrafo extendido de la perra mas perra de Nueva York, Jennifer, alias la puta del estado, y si se pudiera del país, y mucho mejor del mundo- Soy gran fan, y ahora que salió a la luz que tú eras uno de sus retoños perdidos…- Hizo un puchero lastimoso, la víbora solo quería morder e inyectar su veneno letal.
El enfado calentó las mejillas de la mujer de cabello tan rizado y largo- ¿Por qué mejor no te cubres la maldita raíz? - Señalo el cabello teñido de Jennifer- Ocúpate, Jennifer- La dejo atrás sin esperar respuesta, pero como la rubia era una perra, la siguió.
-No tienes porque desquitar tu rabia con las personas, no es nuestra culpa que ese hombre no le haya respondido a tu madre y menos a ti. Sabes, dicen que crecer sin una figura paternal puede influir demasiado en la vida de la mujer- Esmeralda solo apretó los dientes e intento no escucharla, hasta llegar al elevador, presionó el botón-Y creo que ese es tu caso. Y realmente no te culparía si llegaras a tener pensamientos depresivos, tomaras medicamento para doparte y todas esas cosas que dejan saber que eres inútil y no sirves para nada. No te culparía, yo soy muy empática contigo y comprendo tu sentimiento de sentirte como una cucaracha porque el hombre que es tu padre y te abandono, es el mismo que arruino tu carrera- Su cara era de lastima fingida.
-¿Te digo algo, Jennifer?-A la se le iluminaron los ojos, la maldad pura bailando en ellos.
-Por supuesto, Esme, sabes que puedo escucharte…
-Las putas solo sirven para tener una polla en la boca, nada más. Las perras como tú, no hablan.
El apartamento de la mujer era tan cómodo y pulcro. A pesar que la hermosa mujer tenía una economía estable, prefería alquilar un lugar pequeño y hogareño, carente de lujos. Dejo sobre la pequeña mesa las llaves del auto, su celular vibro con insistencia indicando una llamada entrante.
—Rebecca— Respondió Esmeralda— ¿Qué tal? — Suspiro esperando la respuesta del otro lado de la línea.
—Esmeralda- Hablo con irritación- El señor Bolton me informó de los cambios que tenemos que hacer— La tensión era palpable, tan incomoda entre una y la otra.
Rebecca Milton era tan fría y poco practica como para llevar una amistad, incluso un compañerismo dentro de la editorial, no eran rivales, pero si tenían que sacar sus garras y amenazarse entre sí, lo harían. Las dos mujeres eran un espejo entre sí, sus físicos eran completamente diferentes, pero el carácter de las dos era tan mordaz que no a todo el mundo le agradaba. Prácticamente se toleraban.
-Si, estoy… - pauso tratando de que el tema no la llenara de rabia- Estoy teniendo problemas con mi agenda- Mintió y Rebecca lo sabía porque bufo fastidiada. Sabia del problema que estaba teniendo, todo el jodido mundo lo sabía, y el solo hecho de querer esconderlo era como tapar el sol con un solo dedo.
-Tu agenda no forma parte de la mía, Bolton- Podía apostar que sus dientes rechinaron con demasiado fastidio del otro lado de la línea- Si no puedes con el trabajo del periodismo, dedícate solo a la radio, porque estas jodiendo mi trabajo al mezclarse con el tuyo- Trato de que su coraje no estallara y dijera todas las palabras que quiera decirle, pero necesitaba a la mujer de hielo.
-Yo no estuve acuerdo que tu culminaras mi trabajo-Intento no sonar tan descarada, pero fue imposible- Fueron ordenes de él.
-No hare tu trabajo, agarra tus ovarios y enfréntate a tu puto padre y no me fastidies- Colgó. La mujer había sacado sus garras.
La llamada con Rebecca, había acelerado su corazón con adrenalina. Le había insinuado que arreglara sus problemas emociones y no la llenara de mas trabajo. Armándose de valor tomo sus llaves del auto y salió deprisa del departamento antes de que se arrepintiera.
Siguiendo las indicaciones del GPS llego a su destino. Una hermosa residencia con un hermoso jardín a su alrededor.
Al bastardo le gustaba lo moderno y poca privacidad, tenia ventanales que dejaban observar el interior.
- ¿En qué le pudo ayudar? – Un hombre fornido se acerco a su lado tocando la ventana de su Mercedes- Benz. Tal vez ella no vivía en el departamento mas lujoso de Nueva York, pero a la hora de manejar un auto no escatimaba.
-Tengo una cita con Erick Emerson- Afirmo, aferrándose al volante con fuerza, como si el agarre la fuera a salvar de su próxima tragedia- El guardia elevo unas de sus gruesas cejas luciendo confundido.
-Lamento decirle que no hay ninguna cita agendada, le pido de favor que de la vuelta y se retire- Bueno, tenia una cita que había solicitado hace dos meses y que había cancelado con gracia, para volver a sacar otra y nuevamente cancelarla. Pensaba jugar con el idiota de su padre, pero lo único que le estaba causando era ansiedad y depresión.
—Esmeralda Bolton— No tuvo de otra más que decir su nombre. ¡Bingo! , el hombre puso cara de (Oh, se quien eres) Sabia quien era, sería un hombre cavernícola si no reconociera ese nombre.
—El señor la estuvo esperando desde hace dos meses—¿Era un reproche? — Le daré acceso, una vez dentro, deje su auto detrás del Audi— Asintió escuchando sus indicaciones— El señor está en una partida de golf. La guiaremos una vez dentro.
Paso el enorme portón n***o, que se alzaba con ferocidad y dejaba claro que el dueño de la vivienda era asquerosamente rico. Arrogante.
La mujer bajo de su auto casi silbando por el lugar. Los enormes ventanales de la vivienda dejaban mucho que ver. Los colores eran oscuros y elegante. El césped recién podado, arbustos con formas, el jardín era inmenso, el lugar lo era. Podría decirse que la residencia abarcaba un gran terreno.
—Tal vez quiera quitárselos— El hombre señaló sus tacones de auja— Pasaremos por césped, no creo que quiera una lesión en su tobillo— Esmeralda silenciosamente se quito los tacones negros de boutique, y camino llevándolos en su mano.
La guio por el camino, entre más se adentraba más espacio visualizaba, hasta llegar a una zona despejada con banderines y pequeños huecos donde se podía jugar cómodamente golf. Seis hombres, pudo ver a seis hombres riendo y charlando mientras uno se acomodaba para mandar la bola. Erick Emerson, podía ver su espalda fuerte, pero no su rostro.
—Señor— El hombre en guardia hablo, interrumpiendo la animada charla del beisbolista, que se giró con clara molestia en su rostro. Las piernas de la mujer joven temblaron, el terror mezclado con rabia cerraron su garganta al ver al hombre que la trajo al mundo. Los ojos esmeraldas lo había heredado de él, el cabello n***o por igual , lo único que los diferenciaba era; mientras que su padre tenia el cabello lacio, ella lo tenía rizado por su madre. Pero claramente, se parecía a ese hombre en cuanto a belleza.
—Esmeralda— Su rostro cambio rápidamente de enojo a ilusión— Que alegría tenerte aquí— El hombre entregó el (Putter) a uno de sus amigos— ¿Quieres entrar y charlar? Para conocernos un po...— La mujer respondió tajantemente.
—Solo estoy aquí por la entrevista— Lo miro con desdén— El hombre de ojos esmeralda se vio obligado a pasar saliva. Nadie podía hablarle de esa manera , al ser una figura pública y reconocida, era poco común que alguien le hablara tan tajante.
—Entiendo— Su rostro se torno serio— Pasemos a mi despacho— Ignorando a sus invitados, Emerson comenzó a caminar esperando a que su hija siguiera sus pasos, cosa que salió a su favor.
—El parecido es sorprendente— Padre e hija escucharon esa frase de parte de los hombres. Esmeralda se tenso y Emerson suspiro.
—Toma asiento— El hombre señaló el asiento de piel enfrente de su escritorio— ¿Te puedo ofrecer alguna bebida? ¿Aperitivo? Tal vez tengas hambre ya que eres activa en el día—La irritación causo una mueca de disgusto en los labios de la mujer. Sus palabras eran un claro indicio de que su padre sabía su rutina. Lo repudiaba. Lo detestaba.
—Quiero comenzar la entrevista— Ser amable con una persona de su tipo no le importaba, eso estaba de más— No quiero quitarle mucho tiempo—Siendo atrevida y descarada, tomo un bolígrafo y un bonito cuaderno forrado de cuero, sin preguntar, sin pedir permiso— ¿Cuánto tiempo lleva en el béisbol? — Esmeralda cuestiono sin mirarlo si quiera, solo esperando la respuesta para anotar.
—Quince años — Respondió el hombre mirando fascinado a su hija. En sus pensamientos no podía creer o asimilar que la belleza que estaba sentada en su silla, venía de él. Era un ángel y se odio profundamente por no haber estado presente en su vida.
—¿Quién le fomento el deporte?— Esmeralda escribía tanto las preguntas como las respuestas.
—Tu abuelo— Respondió con seriedad. Los ojos esmeraldas de su hija se toparon con los suyos— Porqué mejor no me haces otro tipo de preguntas, se que quieres hacerlas pero no te atreves— Su contestación fue como incendiar un bosque porque la mujer arrojo al suelo el cuaderno y dejó solo el bolígrafo que uso para señalarlo, levantándose del asiento.
—Primeramente, eres una escoria sin cojones suficientes para afrontar tus responsabilidades— Escupió— Segundo; Arruinaste mi carrera al decir que yo era tu bastarda— Las esbeltas piernas de la mujer temblaban con fuerza, y estaba agradecida de estar del otro lado de su escritorio para que no observará como le afectaba su presencia en su vida.
—Yo solo quería impulsar tu carrera— Respondió.
—¡La arruinaste!— Su grito erizo los vellos de sus brazos— Nunca te necesite, ni si quiera en el maldito recital cuando niña, y nunca te necesitare. Tu presencia en mi vida solo trajo caos y espero que salgas y hables con la prensa y desmientas lo que dijiste, porque no soy tu hija y tu no eres mi padre— Se retaron con la mirada, ninguno dispuesto acceder. Erick Emerson quería mantener una relación paternal con su hija, pero ella era necia, tenaz y más dura que un caparazón de tortuga.
—No voy a desmentir una verdad— Hablo tratando de no perder el control de la situación. Era un hombre temperamental, pero se estaba conteniendo. El sonido de la puerta los saco de su platica intensa.
–¿Qué quieres John? — bufo esperando una respuesta.
—El señor está aquí, señor— Esmeralda observo como su padre se frotaba las sienes y suspiraba ruidosamente.
—Hazlo pasar— Dijo mas relajado—Toma asiento, Esme— Ella estaba dispuesta a refutar, pero una profunda voz varonil resonó en el despacho.
—Emerson— Esmeralda miro al enorme hombre que estaba ingresando al lugar. Grande, fuerte, el tipo de semental que te hace tragar saliva y bajar la mirada a sus pies y sentirte pequeña. Su cabello era rubio, profundos ojos color whisky y una sonrisa que prometía mojarte y ensuciar tus sábanas sin tener que pedírselo. El traje que portaba se apretaba a su gran cuerpo , haciéndola sonrojar.
—Baslan— Se saludaron amistosamente para después mirarla a ella— Esmeralda, te presento a Aideon Baslan.
Él solo era un lobo vestido de oveja