Daniel junto con el caballero Cesar y la nave, con un destello de luz habían sido teletransportados a un salón con un gran cristal pegado en el techo, este techo tenía forma de cúpula, blanco y con dibujos en los costados, Daniel se quedó estupefacto por encontrarse en ese lugar sin más, trato de pensar en alguna cosa que justificara lo que había visto pero al ver su ropa y la del caballero pudo constatar que no había pasado nada de tiempo por ende solo aparecieron ahí de inmediato.
Esperando en un lugar un poco alejado de ellos estaba un hombre ya mayor, con canas y muchas arrugas, con una barba blanca, muy larga, vestido con una túnica blanca que tenía dibujada un sol con tres rayas en el pecho y además levaba un báculo que tenía un gran cristal en la punta.
—¿Pero que tenemos aquí?, ¿quién es este joven Cesar? —preguntaba el gran sacerdote Samuel con una voz algo ronca mientras se acercaba a los recién llegados.
—Su nombre es Daniel su santidad —respondió Cesar que se había arrodillado ante el anciano agachando la cabeza—, estaba cerca de este objeto, además fue traído a nuestra nación por él, no sé qué magia tenga, pero es impresionante.
—Joven Daniel, mi nombre es Samuel Martens y no tienes por qué preocuparte, aquí estarás a salvo, mis caballeros son grandes protectores de la paz y de lo bueno de este mundo, ¿me podrías hablar de ti y de este extraño objeto? —hablo el gran sacerdote con suma amabilidad.
Daniel muy extrañado, le conto cosas muy generales, no le conto nada del viaje del tiempo, ni de sus compañeros, pero si le dijo que fue raptado de un lugar muy lejano, y que este objeto le había llevado muy lejos de su hogar, que conocía tanto del funcionamiento de ese objeto como él, así que no podría ayudarlo demasiado en desenmarañar los secretos que ocultaba.
—Pues bien, Daniel, te ofrezco una habitación en este lugar, mientras averiguamos más sobre este objeto tan interesante, serás nuestro invitado, Cesar hazme el favor de llevar a Daniel a una de las habitaciones disponibles que tenemos en la torre —hablo el gran sacerdote, Cesar se levantó y con una venia salió del salón, haciendo un gesto a Daniel para que lo siguiera.
Daniel lo siguió sin demora, salió del salón a un balcón de amplias dimensiones que estaba conectado a una escalera, y al ver todo desde allí se dio cuenta de que estaba en una torre bastante alta, desde ese lugar pudo observar la ciudad de Miraci, además de poder ver la torre en la que estaba. Daniel se quedó alucinado por la hermosa ciudad, todo estaba pintado de blanco, y por lo que sabía de las clases de historia las grandes construcciones como el palacio —que era la morada del Rey de Tersan— la torre en la que estaba, que a su vez estaba conectada a varias torres de menor tamaño, y de diferente tamaño cada una, y la muralla en el fondo, estaban hechas con rocas blancas.
Viendo toda la ciudad que estaba debajo de él Daniel pensó «una ciudad santa como decían los libros, y yo debo estar en una de las torres de la catedral de la santa sede del luzismo, por ser la más alta debe ser la de los caballeros».
El caballero Cesar carraspeo un poco su garganta sacando a Daniel de su ensimismamiento para proseguir con su camino, siguieron las escaleras y bajaron por ellas, los dos estaban descendiendo con tranquilidad y en silencio hasta que Cesar se detuvo en una de las plantas, entro en uno de los pasillos y al abrir una puerta le mostro a Daniel la habitación que le estaba permitido usar, no era muy grande, pero era fresca y se veía limpia, Daniel probo la cama y se dio cuenta que el colchón era de plumas, allí se quedó hasta el anochecer pensando que haría, no llego a nada relevante hasta que le trajeron una bandeja de comida para cenar y ropa nueva para que se pudiera cambiar, devoro la comida con gusto y luego se cambió de ropa aunque él no se hubiera aseado.
Después de que se alimentó hasta acabar todo lo que le habían traído se quedó dormido en la cama al instante, esto fue porque estaba muy cansado, no había dormido bien, y además de eso porque al fin se sentía un poco seguro, el sueño fue tan profundo que babeo la cama en la que estaba.
A la mañana siguiente Daniel se despertó en el cuarto de la catedral, en la torre de los caballeros, se levantó y fue hacia la puerta, cuando salió del cuarto había alguien esperando en el pasillo, era bajo, robusto, de tez pálida, cabello liso corto, nariz desviada, ojos oscuros, llevaba su armadura brillante como si fuera su ropa diaria, al verlo volteo a saludarlo con movimientos sutiles.
—Buenos días joven Daniel, lo estaba esperando, soy el caballero Gram Anderson y me han asignado su cuidado —dijo el caballero Gram a Daniel sin expresión en su rostro, muy serio y frio.
—Buenos días señor Gram, ¿y el señor Cesar? —Daniel saludo a Gram con amabilidad, aunque un poco extrañado por como actuaba Gram, luego se quedó callado.
—El supremo caballero Cesar está cumpliendo con otros deberes joven Daniel —respondió Gram a Daniel enfatizando el supremo para dar a entender que su rango era alto, Daniel lo entendió así que dejo ese asunto zanjado.
—Disculpe, pero… tengo hambre, sé que es imprudente de mi parte preguntar, pero ¿Dónde puedo comer? —dijo Daniel a Gram algo nervioso y encogiéndose de hombros.
—Sígueme —dijo Gram a Daniel moviéndose justo después de decir eso a paso veloz, Daniel tuvo que apurarse y hasta trotar un poco para que no lo perdiera de vista.
Gram se dirigía al comedor de los caballeros con prontitud sin si quiera voltear a ver si Daniel lo seguía, cuando llegaron al comedor este ya estaba repleto de gente, allí en las mesas estaban los aprendices de caballero, los caballeros, y los grandes caballeros, los supremos caballeros no comían en el comedor, les llevaban la comida donde sea que se encontrasen, sus salas de entrenamiento privada, su residencia, o sus estudios de trabajo.
—«Wow, hay mucha comida» —pensó Daniel viendo las mesas repletas de muchos manjares y bebidas, que estaban puestas en grandes jarras a lo largo de unas mesas muy extensas, los olores inundaban el recinto activando los estómagos hambrientos de los presentes.
—Sírvete, hay para todos —le dijo Gram a Daniel, este se sentó en el lugar con menos gente sonriendo con nerviosismo, cuando agarro confianza y ya estaba a punto de comer Gram lo detuvo.
—Espera, tenemos que dar las gracias —dijo Gram a Daniel, que le había agarrado la mano algo fuerte, en ese momento entro un sacerdote.
—Buenos días a todos, hoy damos gracias a nuestro Dios y a su enviado, nuestro gran sacerdote, para que nos ilumine un día más, y en agradecimiento por lo que nos ha dado le daremos alabanza, recemos por la comida en nuestra mesa, paz y salud, recemos porque su bendición se extienda a todo el mundo, espero que tengan un buen día, ya pueden comer —Dijo el sacerdote y luego se sentó en el frente de la sala, todos esperaron a que el sacerdote diera el primer bocado y luego de ello todos comenzaron a comer, o mejor dicho a devorar toda la comida que había en las mesas.
Daniel se sentía algo extraño, pero pensó que era lo más normal para la época, así que se calmó y comenzó a comer. Pero un pensamiento le vino a su mente de improviso—. «¿Por qué puedo entenderlos y ellos entenderme a mí? ¿No se suponía que en el pasado por aquí hablaban diferente y casi no podríamos entendernos? Los escucho como si fueran personas de mi tiempo, es muy extraño» —se tocó la oreja y por suerte rozo el pequeño pedazo de metal que estaba por detrás, se raspo la lengua con los dientes y así sintió el pedazo de metal que estaba ahí también, y así entendió lo mismo que habían descubierto los otros chicos de su clase, cuando lo teletransportaron a la máquina del tiempo le pusieron esas cosas y con ellas podrían comunicarse a pesar de que no hablaran el mismo idioma, una tecnología fascinante.
—¿Ya terminaste? —pregunto Gran a Daniel, el primero seguía sin mostraba signos de emociones.
—Sí, muchas gracias por la comida —respondió Daniel a Gram satisfecho por la comida, nunca la había probado, pero eso no fue impedimento para su disfrute.
—No me agradezcas a mí, todo esto es por la gracia de nuestro gran sacerdote… ahora que has terminado, ¿qué quieres hacer?, se me ordeno acompañarte en lo que desees hacer hoy —dijo Gram a Daniel, este último sentía que estaba hablando con un robot por la forma en la que Gram se expresaba.
—No lo sé —dijo Daniel a Gram, algo pensativo. No entendía porque le daban este trato, ¿pensaban que él era el dueño de la nave o que sabía todo de ella?, no lo sabía y eso le molestaba.
—¿No hay algo que quieras hacer? —le pregunto Gram a Daniel con la mayor amabilidad que pudo dar, que en su caso no era mucha.
—Lo único que deseo es volver de donde vine, pero eso solo es posible con la nave que está en la torre, además no se usarla o siquiera algún indicio para hacerlo, y no creo que se pueda hacer nada en estos momentos—Daniel respondió a Gram con algo de tristeza en la voz.
—¿Qué tal si vamos a ver la práctica de caballeros?, podría gustarte y distraerte —dijo Gram a Daniel.
—Pues vamos, no hay nada mejor que hacer —dijo Daniel a Gram con desgana.