Un escalofrío me recorre por lo que me esta insinuando y claro que no es de placer. Suelto una risita divertida haciendo que sonrisa seductora se borre.
—No sé que clase de broma es esta, pero es de mal gusto, en serio. —mantengo la calma. Elevo una ceja esperando que se me quite de encima pero no lo hace. —Puede quitarse, por favor.
—¿Por qué? —masculla —¿Acaso tienes miedo de que pase algo?
—No, solo que odio el ajo, el culantro… y el aliento que sale de su boca apesta a ajo con culantro, es asqueroso.
Palidece alejándose de inmediato y molesto dice que no era necesario decirlo de esa forma tan despectiva, “estuvo cerca”. Su tono de voz al hablarme había cambiado, es neutral como siempre. Me observa de reojo, saca su celular de la bolsa de su pantalón y llama a alguien “creo que es su abogado”.
—El abogado traerá los documentos para firmar el acta de matrimonio, tendrá todas las condiciones acordadas, podemos cambiar las fechas y así todos pensaran que ya llevamos un tiempo casados.
—No es mejor que la boda se realice como cualquier boda. —me mira confundido —Me refiero a que les digamos a todos que nos vamos a casar por la supuesta mentira, será más creíble que decir que llevamos un tiempo casados.
—No se puede.
—¿Por qué?
—Porque si y punto.
Salió de la habitación dejándome con la palabra en la boca, con fastidio lo maldigo cuando escucho que azota la puerta, mi pequeña se despierta abruptamente por el portazo que dio ese idiota. Me pregunta si ya nos podemos ir, pero por lo que dijo, no sería posible por ahora.
—¿Por qué?
“No quiero involucrarla en esto, esa gente es demasiado peligrosa para ella”
Cuando regresó después de tres horas de ausencia estaba por reprocharle porque mi hija tiene hambre, pero me reservé mis palabras porque traía comida china.
—Supuse que tendrían hambre.
—¿Enserio? —dije sarcástica. Mi estomago ruge y se da cuenta.
—Deja el sarcasmo y coman. —murmura demandante.
—¡Ay diosito, que rico esta!
Estaba tan distraída y molesta que ni siquiera me percaté de lo hambrienta que se encontraba mi hija, ella saboreaba la comida, sus ojos brillaban de felicidad haciendo que se me hiciera un nudo en la garganta, nunca poseíamos el dinero para comer de esta forma hasta reventar de llenas, una vez de camino a casa pasamos por ese restaurante y claro que los precios eran demasiado elevados y eso me molestaba porque yo jamás podría pagarle una comida así a mi hija.
—También pasé comprando ropa para ustedes.
—¿Por qué? —pregunto con enfado
—Mi hija y mi esposa no pueden bajar y presentar sus condolencias a mi padre de esa forma tan… desaliñada.
—F–Funeral…. ¿estamos en un funeral?
“Pero él ni siquiera parece afectado”
La comida estaba deliciosa, en verdad que sí. Tenia el estómago lleno y sentía que me dormiría y esa era mi intención hasta que me dice que debíamos cambiarnos ya que pronto vendrían por nosotros. No quería moverme de mi lugar, pero él me recuerda que desde ahora ya era su “esposa y que debía obedecerlo”
A regañadientes me levanté y tomé a mi hija para darnos una ducha y cambiarnos. Deprisa me cambio para después cambiar a mi hija rápidamente porque el demandante de Abel me gritaba a cada rato que nos diéramos prisa.
—Así que vamos a fingir que somos una familia.
—¿Eh? —me toma por sorpresa —Hija, que dices.
Acomodo las ondas de su cabello recogido en dos coletas, la giro un poco para asegurarme que quedaran perfectas
—No soy tonta, estaba despierta y escuché lo que él te dijo antes de irse y volver con la comida. —acomodo su vestido sin saber que responderle. —¿Tengo que llamarlo papá?
La tomo de sus brazos y hago que me mire, admiro sus ojos, son tan bellos que no puedo evitar sonreírle y besar su mejilla.
—Sabes que mamá nunca te obligará a hacer nada que tú no quieras.
—¿Por qué se demoran tanto? —Abel entra molesto interrumpiendo nuestra conversación —Ya es hora.
Mi hija baja de la cama y sale de la habitación dejándome a solas con él.
—Vamos.
—Espera —lo detengo —Puedes ayudarme. —me mira interrogante —El cierre del vestido…
—Hazlo tú misma…
—Si pudiera, no te estaría pidiendo ayuda, imbécil.
Rueda sus ojos molesto, me pide voltear, siento que toma el cierre y lo sube, pero se detuvo a mitad.
—¿Qué pasa?
—Se atoró con tu cabello.
Un terrible escalofrío me invade cuando sentí sus labios rozar mi piel, di un brinco del susto y cuando estaba por preguntar por lo que hacia él me ordena que me quedé quieta porque no podía ver. Muerdo mi labio superior al sentir su aliento.
Mi cara se estaba calentando demasiado, para cuando lo subió no dejé que me viera la cara porque estaba segura de que estaba roja.
—Solo me lavaré los dientes y bajaré.
—No te tardes que odio la demora.
—Ya lo sé.
Al escuchar que la puerta se cerró pude respirar con mas tranquilidad, corrí al espejo y me vi en él, “Dios, parezco un tomate”, abrí el grifo y me lavé la cara con abundante agua para enfriarme, no entiendo porque estoy así, “falta de sexo, enserio es eso”.
Los tacones no son lo mío, no era difícil de dominarlos. Cada paso que doy, el piso resuena, pude ver enseguida a mi hija al pie de las escaleras, no hay nadie en la casa, seguramente se fueron ya. Al estar con ellos, observo que ella lo mira fijamente y él a ella.
—Escucha, bobo. Solo te diré papá cuando haya personas, Ah, nunca hagas llorar a mi mami porque te daré una paliza.
—Ay si como no —dice él burlándose —Uy mira como tiemblo…. ¿Qué harás si lo hago? No, mejor dicho ¿Qué podría hacerme una mocosa como tú?
—¿Nos vamos?
El levanta su dedo esperando la respuesta de mi hija, comencé a preocuparme al ver que iba a llorar, comencé a enfadarme hasta que ella le da un pisotón en el pie y seguido de una patada en la tibia haciéndolo soltar un grito de dolor.
—¿Ahora quién es la niña? —preguntó ella burlándose. —Ay, porque llora, solo las niñas lloran.
Estaba con la boca abierta, “esa niña no es mi hija”. Abel se levanta del suelo rabioso, limpia su traje y me pregunta la clase de educación que le di, elevo una ceja cuestionando si enserio acaba de preguntarme eso, decido ignorarlo para salir y subirme al auto.
—¿Es la casa de campo de su familia?
—¿La habías visto antes?
—Si, cuando me pidió recordarle sobre la reunión familiar el año pasado para año nuevo. —me doy cuenta de que aún se encontraba molesto. —Violet, pídele disculpas a Abel. —Siento que me mira porque lo llamé por su nombre. —Hazlo.
—No lo voy a hacer. —ella se cruza de brazos —Y que le quede claro que desde ahora, deberá tratarnos a ambas como debe ser o de lo contrario, me convertiré en su pesadilla.
—¡Violet! —dije desconcertada
—Increíble —murmura molesto—Increíble en verdad. La hija domina a la madre.
El auto se detiene y él sale primero.
—¡Hey! —dijo Violet cuando el estaba por irse y dejarnos atrás. —Tu hija preciosa quiere que papá ayude a mami y a mi claro.
―Oh claro —se ríe asegurando que su ropa se vea impecable —Sigue soñando que eso va pasar, niña.