Emanuel. Los observo a ambos mientras entran al despacho. Primero mi hermano, con ese aire de egocéntrico y su expresión tan soberbia. Se sienta frente a mí, mirándome a los ojos con una mueca desafiante. Resoplo y espero a que Merlina se siente para empezar a hablar. —Bien, necesito que firmen un contrato porque nuestro padre no va a querer que yo deje de trabajar con la señorita Ortiz —suelto sin titubear. La interpelada me mira con cara de incredulidad y noto que rueda los ojos, pero le hago caso omiso—. En dicho contrato, se expresa que yo renuncio a esta responsabilidad por falta de tiempo y que le cedo mi posición a Andrés. Vos tenés que firmar aceptando este lugar —agrego mirando a mi hermano—. Y usted, señorita Ortiz, tiene que firmar para dar constancia de que sabe sobre este