Merlina. Me pongo el abrigo un segundo antes de que suene una bocina. Emanuel quedó en pasarme a buscar para ir a hacer la degustación y, por lo que veo, es muy puntual. Yo bajo los escalones de a uno, haciendo una mueca de dolor con cada pie que toca el suelo. Por culpa del ejercicio de ayer no puedo ni caminar, me duelen todos los músculos y siento que me pasó un camión por encima. Mi mamá me mira con expresión divertida desde abajo y mira el reloj que tiene en su muñeca. —Vamos, que se te va el príncipe —dice riéndose. Yo sonrío e intento bajar más rápido, aguantando el dolor que recorre mi cuerpo. Saludo a mi madre con un abrazo y me desea suerte antes de que salga por la puerta. Bajo los últimos tres escalones de la puerta principal para dirigirme al auto de Emanuel, espero qu