—Si, aún sabiendo todo esto lo deseo con todo mi ser —respondió ella removiéndose inquieta.
Cuando él la escuchó tomó bruscamente sus labios entre los suyos, sus manos soltaron lo que sostenían y viajaron hasta sus glúteos, los apretó fuertemente y a la vez le dejaba ir una fuerte palmada ocasionando un fuerte gemido que fue ahogado en su boca.
Abandonó sus labios para descender a su cuello y besarlo, morderlo y chuparlo suavemente. Sus manos fueron a sus piernas para ayudarla a enrollarlas sobre su cadera.
Él con ella en brazos la llevó a la cama, la lanzó en el centro, sin quitarle la profunda mirada de encima se desvistió. Ella se recostó sobre sus antebrazos para observarle mejor, mordió su labio inferior al ver su abdomen bien trabando y ni hablar de su, ya notable, bulto.
Sin
