La noto completamente angustiada, preocupada, y con rabia. Camina de un lado de la oficina al otro y ya las ideas para tranquilizarla se me han acabado. —¡Este fue el imbécil de Damian! Es el único que sabía lo que paso además de mi padre y de tu gente. Me dice furiosa. —Ya esta rubia, ya la verdad salió a la luz y no vale la pena perder tiempo en quien fue el que nos mando a seguir. Le digo en un último esfuerzo para calmarla. —Pablo, hay muchas familias que dependen de esta empresa. No quiero que las acciones caigan, y mucho menos vender mi parte. Sé muy bien los buitres que hay como accionistas aquí. A ellos lo que menos les importa es la gente que trabaja aquí. Les bajaran los sueldos, sus planes de salud serán horrendos, echaran a un montón de trabajadores. Eso es con le he estado