He quedado totalmente impresionado con las instalaciones del hotel, el gimnasio esta increíble y después de haber hecho mi rutina; me tomo una selfie, la subo a i********: y regreso a la habitación para cambiarme de ropa e ir a cenar con ella. Luego de haberme duchado, me coloco unos jeans, una camisa blanca, zapatos color n***o al igual que el cinturón, tomo mi cartera y salgo de la habitación.
—Señor Alboran, su esposa lo espera en la parte exterior del restaurante. Me dice uno de los camareros al entrar al lugar.
Vaya, es tan extraño que otras personas la llamen así; pero, eso es lo que somos para el mundo.
—Muchas gracias.
—De nada, espero que todo sea de su agrado. Dice amablemente y vaya que son atentos.
—Gracias. Le respondo y sigo caminando.
Al llegar al patio del restaurante el cual tiene una vista impresionante a la piscina, la cual esta iluminada de una manera que invita a nadar de noche; la veo a ella parada disfrutando de la vista apoyada sobre el pasamano que divide el exterior del restaurante con la piscina. Luce divina con un traje de falda y americana color blanco; se ve tan profesional, pero tan sexy a la vez que me deja sin aliento.
—Hola señora Moreno. Digo al llegar a su lado y apoyándome sobre el pasamano al igual que ella.
—Que extraño que suena eso. Me responde sin dejar de contemplar la hermosa vista que hay aquí.
—Así es, pero es lo que eres, ¿No?
—Así parece. Dice parándose de manera normal. —¿Vamos a nuestra mesa? Me pregunta y me incorporo para seguirla hasta la mesa que nos han preparado.
Aparto la silla para que ella se siente y luego me siento en la silla de enfrente —Te felicito, el hotel esta increíble.
—¿Te ha gustado?
—Si, mucho. He aprovechado para ir al gimnasio y la verdad es que está muy bien equipado. Digo sonriente.
—¿Entrenas mucho?
—Algo... Me gusta mucho el deporte. Digo con una amplia sonrisa.
—Me hubieses dicho, en la casa hay un gimnasio en la pequeña casita que hay afuera. Me explica.
—¡Me lo hubieses dicho antes! Le reclamo.
—Lo siento, es que como a mí no me gusta ir al gimnasio. Me dice seria.
Ahora sí que tengo mis dudas de si creerle o no.
—Perdóname, pero no te creo. Digo con demasiada honestidad.
—¡¿Pero porque?! Me exclama.
—Es que con todo respeto... pero, ese cuerpo es imposible de lograr sin ir al gimnasio. Le confieso tímidamente y creo que ahora si estoy muy incómodo.
—Esta bien... Me has pillado. Me dice entre risas.
—¿Tengo razón? ¿Si vas al gimnasio?
—Algo así...
—Explícate mejor. Digo con mucho interés.
—En California tomaba clases de danza.
—¿Sabes bailar profesionalmente? Pregunto sorprendido.
—No, tanto así no... solo se bailar algo.
—Mmmm... que interesante... mira todos los secretos que guarda mi esposita. Digo entre risas.
—Te estas tomando muy enserio tu papel.
—Debemos fingir...
—Supongo...
La noto tensa, pero supongo que es por lo de esta noche; sé que esta incomoda.
—¿Qué vamos a cenar? Pregunto al notar que no nos han traído el menú.
—El chef traerá los mejores platos del menú en pequeñas porciones para que probemos.
—Veo que tiene sus ventajas ser es esposo de una de las dueñas de todo esto. Digo entre risas.
—Si te refieres a que cenaras bien, si... lo harás.
—Bueno, creo que después de todo no es tan malo este matrimonio accidentado.
—Si tu lo dices...
Está hecha un manojo de nervios, pero que el camarero llegara con uno de los mejores vinos y varias entradas ha hecho que los ánimos se calmaran al menos un poco.
—Rubia, no te pongas así. Le pido mientras pruebo uno de los primeros platillos.
—¿Así como? Me pregunta confundida.
—Te noto nerviosa. ¿Es por lo de la habitación?
Su mirada se clava en mi —La verdad es que si...
—No tienes por qué ponerte así; no pasara nada entre nosotros. Le aclaro.
—¿Prometes que no intentaras nada? Me pregunta y esos ojos grises que tanto me gustan me miran dejándome ver el miedo que se oculta en ellos.
—No lo hare. Te lo prometo. Le digo, aunque sé muy bien que esas palabras pueden llegar a ser mi condena.
—Gracias. Dice de manera tímida.
—Rubia, se bien que estas asustada porque bueno... tu y yo nos hemos besado en algunas ocasiones y eso, pero no por eso voy a hacer que tu hagas algo que no quieras. Yo no te voy a lastimar.
—Gracias rubio, tus palabras me hacen sentir un gran alivio, pero ¿te puedo preguntar algo? Me dice con muchas dudas.
—¿Qué cosa? Pregunto después de que el camarero deja el resto de los platillos sobre la mesa.
—¿Tu? Es que no sé cómo preguntarlo... Yo... tu...
—¿Yo? ¿tu? Pregunto confundido.
—¿Yo te gusto? Me pregunta tímidamente.
Han sido solo tres palabras, pero vaya palabras... ¿Qué se supone que debo responder? Si me lanzaran una soga para rescatarme de esta situación seria genial, pero dudo que alguien lo haga. Quizás lanzarme a la piscina sea una buena opción... Si me ahogara sería mejor, así no tendría que responder.
—¿Te miento?
—No por favor. Me pide.
—Si rubia, me gustas y mucho; demasiado diría yo...
—¿Y yo a ti? Me animo a preguntarle.
Ella aparta su mirada de mí y mira hacia la piscina, suspira, y luego vuelve a mirarme.
—Si rubio, me di cuenta que si me gustas; pero, tengo mucho miedo.
No lo puedo creer, se ha animado a confesarme que al menos le gusto... eso es un gran avance.
—No temas, no voy a hacer nada que tu no quieras o que tú no te sientas lista para hacer, ¿de acuerdo?
—Por favor, cumple tu palabra. Me pide y es casi una súplica.
—La cumpliré. Le aseguro. —¿Un brindis por este trato? Pregunto levantando mi copa.
—Es un trato. Dice chocando su copa con la mia y luego bebo un sorbo de mi vino ya que necesito procesar su confesión y el trato que hemos hecho.