Capítulo XXIX

3995 Palabras

Capítulo XXIX Un ruego en Marshalsea Angustias, ojeras y remordimientos son malos compañeros de celda. Pasarse el día cavilando y descansar muy poco por la noche no ayuda a nadie a superar el abatimiento. A la mañana siguiente, Clennam tenía la sensación de que su salud se iba resquebrajando, de que su ánimo estaba resquebrajado ya, y de que el peso que llevaba lo estaba venciendo. Noche tras noche, se levantaba de esa cama infame a las doce o a la una de la madrugada, se sentaba delante de la ventana, contemplaba las farolas mortecinas del patio y alzaba la vista en busca del primer pálido atisbo del día, horas antes de que el cielo pudiera ofrecérselo. Ahora, cuando llegaba la noche, ya ni siquiera se molestaba en desvestirse. Pues se había apoderado de él una acuciante inquietud, un

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