Es pasada la media noche cuando el último invitado deja la casa y no podría estar más feliz de que sea así. Ha sido una noche larga y llena de algunos momentos no gratos que preferiría olvidar. «Las ironías de la vida». Salgo al jardín trasero y tomo asiento en uno de los sofás frente a la fogata que está encendida, me quito el calzado y disfruto del silencio. El espacio es agradable, hay un bar al aire libre, una mesa para una comida en un día agradable y no muy lejos una parrilla. Debo admitir que, a pesar del tamaño de la propiedad, esta área se siente acogedora. A un lado hay una manta perfectamente doblada y me envuelvo en ella. Mantengo mi vista fija en el fuego, intentando escudriñar en mis recuerdos cuando escucho más que verlo. —Pensé que ya estarías arriba descansando. —Escucho