LA VÍCTIMA —¡La mataste! ¡La mataste! —me gritaba la chica. —No, espera —me quise acercar, pero como instinto ella retrocedió. Me tenía miedo, era obvio. Y es que esto para mí no se veía nada bien. Maldita sea. —¡Eres una asesina! Dios, esas palabras dolieron. Pero no me afectarían porque no había hecho nada. Todo había sido una confusión. Una trampa. ¿Quién mierdas me pudo haber hecho esto? —Escúchame, vine aquí y encontré esto —dejé caer el martillo para que viera que estaba desarmada. Pero la chica seguía retrocediendo hasta que su espalda chocó con un arbusto. —Llamaré a la policía —dice, sacando su teléfono celular. —No, no hagas eso —le rogué. Estaba segura de que había una explicación para todo esto. Pero como dije, no se veía bien para mi. En primera, estaba usando