MENTIRAS —Amara, por favor, dime algo. Wade seguía insistiendo, me había traído a un extraño lugar cerca del pueblo. Fue después donde me di cuenta de que era una heladería. El lugar estaba medio vacío. Estábamos sentados en una mesa frente a una enorme ventana de cristal que daba a la carretera y al parqueadero, del otro lado de la carretera empezaba el bosque. Gotas de lluvia empañaron el vidrio. Había empezado a llover. —Yo... él... ellos... —fue lo que musité, me sentía demasiado shockeada como para pronunciar una oración completa. —Lo sé —responde. Lo miré rápidamente, fue cuando recordé que Wade no se había asustado por ver ese enorme lobo; él actuó de manera muy natural. Y eso me desconcertó. —¿Lo sabias? —cuestioné. Me dolía que Elder no me hubiera dicho lo que en verdad