Capítulo 5

1980 Palabras
Giré rápidamente con la silla y al verla, mi rostro mostró una sonrisa todavía más grande que la de horas antes, cuando la vi ingresar a la sala de juntas para escuchar el absurdo testamento de su padre. Sonrisa que por cierto ignoró en ese momento. Y catalogo por absurdo al testamento porque, al igual que mi madre, tampoco entiendo qué sucedió, y no es por falta de humildad que cuestiono por qué su padre no me consideró como notario para su última voluntad sino porque al igual que a mi madre, también me parece demasiado raro todo. Sobre todo habiendo trabajado como abogado y notario personal de Vicente desde que me recibí luego de muchos años de trabajar a su lado desde cargos inferiores y aprendiendo cómo se manejaba en los negocios, habiendo realizado todos los cambios anteriores a ese último testamento y sabiendo como sé, lo nervioso y raro que había estado esos últimos días antes de fallecer y lo mucho que había intentado comunicarse con su hija para tratar de convencerla de que volviera a Madrid por alguna razón que iba más allá de disculparse por tantos años de ausencia, pero que nunca llegó a compartirme. Pero la realidad era que ese documento existía y que, según pude ver era muy real, así que sus motivos habrá tenido para hacerlo con otro profesional y colocar esa cláusula que nada tenía que ver con sus maneras de proceder en la vida. Y también era real que era muy consciente de que todo lo raro que hubiese detrás de lo que estaba sucediendo tenía que ver con Roberto y con Pablo. Ninguno de los dos era de fiar, y lo peor que le podía pasar a la empresa era quedar en manos de ellos. Estaba seguro de que Isabel, por muy poco que supiera o quisiera saber administrar ese imperio, lo haría de mejor manera. Pero también estaba seguro, por todo lo que pasó con su padre en los últimos años, que lo más fácil para ella era dejar el pasado atrás y entregarle todo a su Padrino sin averiguar demasiado y por eso, no sería fácil convencerla de que al menos intentara averiguar lo que estaba pasando. Porque era evidente que algo pasaba. -          Pasa, Isabel. Siéntate y hablemos – le dijo mi madre sonriente, al verla ingresar a su oficina, estirando la mano derecha para señalarle la silla que estaba frente a ella, y junto a mi - Y ella se sentó allí, con los mismos nervios que cuando me vio irme de la sala de juntas, pero con la misma frialdad que había mostrado al ingresar a ella: mirando fijamente a mi madre e ignorándome por completo, haciendo que mi corazón dejara de saltar emocionado dentro de mi y se sentara a ser, nuevamente, un mero espectador disfrutando de su presencia tan lejana como cercana. -          No puedo creer que mi padre me hiciera esto – dijo desconcertada mientras miraba sus manos – Yo realmente no quiero nada, nunca quise su fortuna ni saber nada de sus empresas. No sabría cómo manejarlas, lo mejor será que… - la interrumpí - -          Pero te corresponde, Isa – le dije mirándola fijamente, sin encontrar su mirada. -          Lo mismo me ha dicho mamá, pero yo quería a mi papá conmigo, no a su dinero ni mucho menos a esta empresa. Pero él nunca lo entendió por lo que veo. -          Sí, lo entendió, Isabel – Estirando sus manos por encima de la mesa y tomando las de ella, mirándola tiernamente y buscando su mirada hasta encontrarla – Él lo sabía. -          No parece, Laura… ¿Te parece justo que me obligue a casarme? -          No, Isabel. Aquí pasó algo más. Eso que escuchamos ahí no puede haber sido la última voluntad de tu padre. Respecto al testamento anterior solo agregó esa cláusula, y apenas lo firmó, falleció en un accidente de tránsito. ¿No te parece al menos raro? -          ¿Qué me quieres decir, Laura? ¿Qué a mi padre lo mataron? ¿Qué alguien falsificó esos papeles? – mirándola fijamente y sin comprender, o sin querer hacerlo, al tiempo que yo quería decirle muchísimas cosas, pero no me atrevía a soltarle ninguna por no contar con las pruebas suficientes. -          No tengo pruebas, pero tampoco dudas. Por eso quiero investigar – le dijo mi madre mientras ella volvía a concentrar su mirada en la mesa y a refunfuñar soltándole las manos – Isa… dime la verdad, ¿Confías en mi? -          En ti confío, Laura, pero… De verdad no sé si puedo ni si quiero estar investigando todo lo que me dices. ¿De quién se supone que sospeche? -          ¡Confías demasiado en tu padrino! – solté como si nada, logrando que por fin me mirara – Más de lo que deberías. Sus ojos me tenían completamente hipnotizado, como cada vez que me miraba, desde que tengo uso de razón. Seguramente habría querido dejar salir muchísima más información que esa tan básica de mi boca, pero simplemente no podía dejar de perderme en su mirada. Además, quería transmitirle la tranquilidad que estaba seguro que necesitaba en ese momento. -          Escucha, Marco, sé que Roberto no es de fiar – quise hablar, pero no me dejó hacerlo. En ese momento me miraba tan fijamente como yo a ella, y mi madre simplemente nos miraba a ambos, con el mentón apoyado en sus manos, seguramente queriendo intervenir para evitar que cometiéramos la tontería de casarnos solamente por la absurda cláusula del bendito testamento – También sé, aunque no conozco el detalle, que él tuvo mucho que ver y para mal, en la separación de mis padres, pero a la vez es cierto que la empresa no puede estar en mejores manos que en las suyas. Él sabe perfectamente cómo procedía mi padre en cada negocio y cómo hacer las cosas. A mi no me interesa nada, por mi se puede quedar con todo, de verdad. -          No sé de qué hablas, Isa, pero si sabes que tuvo que ver en que tu familia se destruyera de la manera en que sucedió, y con haber tenido que dejar tu vida aquí por la decisión de tu madre de llevarte a Londres, no sé cómo al menos no dudas de que todo esto sea una treta de Roberto para quedarse con todo lo que te corresponde – le dije mirándola fijamente - -          Es que no me importa nada de esto – abrió los brazos como diciendo algo obvio, y en parte lo era, pero me dolía que fuera así por dos motivos: por lo mucho que apreciaba esa empresa, que era parte de mi vida y de la de mi familia, y porque cada puerta de ese lugar le pertenecía a ella y a su familia, y no era justo que quedara en manos de alguien que para mí, era un traidor - -          Lo sé – dije, e hice una pausa para volver a dedicarle una sonrisa – pero a pesar de eso te pertenece, y creo que tienes derecho a saber qué pasó realmente con tu padre. Por eso me gustaría que te permitieras un tiempo para estar aquí, para ver la obra de tu padre y para tratar de entender por qué todo esto era importante para él. También sé que lograrías juntar el coraje para descubrir lo que sea que esté pasando detrás de su muerte y de este testamento, y defender lo que te corresponde con uñas y dientes. Y yo estoy dispuesto a ayudarte a investigar. -          Pff – refunfuñó, sonriendo irónicamente y bajando la vista – no creo que amerite perder tiempo de mi preciosa y perfecta vida en Londres, quedarme aquí intentando ver y entender los secretos de este lugar al que mi padre priorizó por encima de su propia hija – volvió a mirarme con cierto resentimiento – mucho menos casarme por interés, solo por hacer feliz a alguien que ni siquiera estará para verlo. -          Vicente te amaba como a nadie en el mundo – le dije muy seguro – se pasaba el día entero hablando de ti, y tratando de pensar cómo acercarse a ti nuevamente. -          No intentes defenderlo, Marco. De haber querido, se habría tomado un avión y me habría ido a ver al menos una vez al año. Estaba a cuatro horas de distancia. Solamente se acordaba de mi cuando quería ser el padre del siglo pagando mi Universidad y… - la interrumpió - -          ¡Basta! Por favor… dejemos de hablar de lo que Vicente pudo hacer o no en vida. Él ya no está para defenderse, y ahora lo importante es que tu no te quedes sin lo que dejó para ti – quiso hablar, pero mi madre no se lo permitió - ¡Por favor, Isabel! Hagamos que de algo sirviera cada segundo en que tu padre priorizó la empresa a pasar tiempo contigo como dices. No la entregues a una persona como Roberto – ella bajó la cabeza, y pude ver unas lágrimas correr por su rostro - -          Ustedes no pueden entenderme, Laura. -          ¡Créeme que te entiendo! – volvió a pasar sus manos por encima de la mesa hasta tomar las de ella, y a dedicarle una sonrisa tierna – Por eso con el correr de los minutos creo todavía más conveniente investigar lo que sucedió realmente esa mañana en que tu padre nos dejó, y ver qué podemos hacer para descubrir si realmente alguien lo asesinó como evidentemente todos aquí pensamos que sucedió, sobre todo por la rápida manera en la que se dio todo, sin autopsia, sin entierro, y con los papeles saliendo de la nada y registrados por personas distintas a las que trabajaban con él habitualmente. Pero antes que nada, quiero entender qué es lo que pasa entre ustedes… - alternando la mirada entre la mía y la de Isabel, que acababa de fijarse nuevamente en ella - -          ¡Entre nosotros no pasa nada, Laura! – dijo muy segura, rompiéndome el corazón y haciendo que bajara mi mirada sintiéndome completamente derrotado - -          Isabel – cerrando los ojos y apretando sus manos con la mano derecha, mientras que levantaba la izquierda para hacerme señas de que la dejara hablar – Yo no quiero que mi hijo arruine su vida con un matrimonio que no es buscado, ni mucho menos deseado. Pero también sé que si soltó eso dentro de la sala de juntas, de la manera en la que lo hizo, es porque algo ha pasado entre ustedes y no son del todo indiferentes. -          No es así, Laura… ¿Qué le has dicho, Marco? – girando su rostro para mirarme fijamente, mientras yo negaba, tratando de ocultar las lágrimas de mi rostro, que no hacían más que delatar el sentimiento de un corazón herido por su indiferencia - -          Nada, Isa, Marco no me ha dicho nada – contestó mi madre llamando su atención nuevamente. Y también la mía – Pero desde que entraste a la sala de juntas he visto como se miran, como se hablan… lo estoy viendo ahora mismo. Aunque no me lo digan algo existe entre ustedes que va más allá de la amistad que tienen desde pequeños, cualquiera se daría cuenta aun sin conocerlos – volvió a mirarnos a ambos - -          No pasa ni pasará nada entre nosotros, Laura. Y no quiero casarme – volteando a mirarme y elevando el tono de su hermosa voz – Allá en la sala de juntas no dije nada porque quiero ganar algo de tiempo para hablar con mi madre y sacarme la espina que llevo dentro. También necesito tiempo para ver qué es lo que quiero hacer realmente con todo este asunto. -          ¿De qué espina hablas? – haciendo que la mirara nuevamente - -          De esta…
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