Pasamos largo rato en ese lugar que no solo nos hacía felices sino que, desde que tengo uso de razón, siempre ha sido escenario de grandes alegrías. Mi padre sonreía. Fingía y yo lo sabía. Trataba de mostrarse feliz por su nueva pareja pero la realidad era que no lo era. Solo intentaba olvidar a mamá, y al error que cometió al irse de juerga con los chicos. Camino a casa, le avisé a mi madre que quería hablar con ella, que papá nos llevaba. No solo no me contestó, sino que para mi sorpresa, cuando entramos, el tal “Antonio” que mi padre no recordaba, estaba en la sala, mirándola con una cara que no me gustó nada. Para mis hermanos pasó inadvertido, claro… estaba uno en cada sillón, pero era evidente que mi madre no le era indiferente… - Mamá, te envié un mensaje… (dije mirán