Hacía meses que no veía en el espejo retrovisor del coche, mi rostro tan sonriente como el de ese día. Ya vería como haría para que me perdonara, lo único que me hacía feliz era que volveríamos a estar cerca, como la gran familia que somos y que ahora aumentaría y además, debía ocuparme de que nada malo les pasara, aspecto que, si bien intentaba dejar de lado, no dejaba de atormentarme. Cuando llegué a la casa, entré sin más, y los vi allí reunidos, todos alrededor de su madre en la cama, haciéndole bromas y con Stefano abrazado a ella con mucha ternura. No había entrado las maletas, así que me quedé contemplando esa maravillosa imagen, hasta que me sorprendí llorando. Lloraba del dolor que sentía de haber estado a punto de arruinar la familia hermosa que tenemos, por la que tanto luchamo