Las cuatro paredes de esta habitación de motel de paso donde se viene para solamente una cosa, está siendo testigo de la cuenta pendiente que había entre nosotros dos en esta ciudad. No hay reservas en nuestra manera de amarnos, por momentos es ella quien toma la iniciativa y por otros momentos soy yo quien lo hace haciendo que la locura se apodere de nosotros dos. Su boca me besa sin piedad y la mía simplemente responde mientras que mis manos van guiando sus movimientos encima de mí. Respiro de su cuello por un momento y entre tanto, uñas me arañan suavemente los brazos mientras que sus caderas siguen ese ritmo circular que me vuelve loco. El espejo que hay en el techo me hace mirarla por un momento desde allí y somos absolutamente perfectos cuando estamos juntos. Ella echa su cabeza ha