Lo observe por unos segundos, mirando la menara en la que fruncia sus oscuras cejas, como tensaba su fuerte mandíbula. El atractivo de Alec Westerman era tan oscuro como él, condenadamente hermoso si me preguntaban. A mis cortos veintiún años, había conocido muchos hombres, y los había tenido entre mis piernas, pero debo decir que ningún era como este hombre. Para mí, Alec era , no un Dios, por qué sería demasiado santo, demasiado bueno, era un demonio; Satanás en carne y hueso. -¿Alguna vez te han dicho lo jodidamente atractivo que eres?- pregunte mirándolo con morbo, moviendo mis cejas juguetonamente-Eres muy sexy, chico- Lo vi sonreír por mis palabras. Era tan hermoso que te sacaba suspiros sin querer, simplemente no lo podías evitar. Tan bueno como un vino de la mejor cosecha. - Sa