Los dedos de Sirhan invadían el interior de Morgan de un modo perverso, mientras que ella explotaba en gritos ahogados que se convertían en gemidos llenos de placer, su cuerpo dolía por el solo echo de necesitarlo, ella lo sujetaba con fuerza evitando que él pudiera alejarse o siquiera pudiera pensar en hacerlo.
Sirhan la miraba extasiado de lo que lograba, su aroma, su piel, sus labios, todo era un llamado lujurioso para poseerla, pero ella tenía la última palabra, ella tenía que aceptar.
—Eres mía, dilo— ordenó él mientras controlaba sus impulsos.
Era una tortura para Morgan, cada segundo que pasaba lo deseaba más, iba sin frenos por una pendiente y solo había una forma de detenerse a respirar.
—Soy tuya— jadeo mientras lo veía directo a los ojos. Se había vuelto una indecente, pe
