Por la mañana me pegué una buena ducha rememorando el sexo nocturno con la bestia s****l que era Diego. Me vi a mi misma tocándome bajo el agua de la ducha al recordarlo. Pero el día seguía y me aporrearon la puerta de la habitación: era mi padre. —Ya me han dicho que te pasaste por el bar anoche —comentó. Estuve a punto de ponerme a la defensiva. —Sí, me vino bien. —Te harás a estar aquí. Estos chicos no son lo que parecen. Mi padre tampoco lo era, se notaba que allí todos eran una familia, que mi padre los conocía tremendamente bien, incluso puede que mejor que a mi. —Ya... ¿Quieres algo? Iba a ponerme a estudiar. —Simplemente ver como estabas, no hemos hablado mucho desde que estás aquí. > —Prefiero que te ocupes del tema importante, ya tendremos tiempo de hablar. —Lo sé. C