Conduzco por Roma de nuevo y me siento bien, relajada y feliz, de estar de nuevo en casa. He ido a comer a mí restaurantes favorito con mis padres, que cuando salen de trabajar quieren pasar tiempo conmigo. Entro en mi bar de cerveceo favorito y me acerco a la barra, le pido dos cervezas y miro a la puerta. Carlo aparece, con sus rizos negros ocultos debajo de un gorro y cuando me ve, sonríe. Mi amigo se acerca a a mí y me abraza con fuerza, levantando mis pies del suelo. — Por fin vuelves a casa —me deja de nuevo en el suelo y le señalo las cervezas. — Vacaciones de Navidad —me siento en el taburete y él me acompaña. — ¿Mark te ha dejado salir de la fría Rusia? — No me tiene secuestrada —me río. — ¿Dónde está él? —Mira por encima de mi hombro. — Trabajando, viene el 31. Asi

