Abro los ojos con pereza cuando las primeras luces del alba están entrando por las ventanas. Las cortinas blancas se mueven dejando pasar un viento frío suave que me eriza la piel.
Todo mi cuerpo me duele por el entumecimiento y cuando levanto mi cabeza me doy cuenta que aún estoy encima de Chiara y que ella está dormida aún. Un brazo se encuentra al lado de su cabeza y el otro encima de mí brazo.
Huele bien, muy bien. A lavanda, a un día soleado de campo y a calma. Ella es calma.
Tengo que levantarme porque no sé cómo no la he matado dejando caer todo mi peso en ella y me pongo a su lado haciendo que sus ojos se abran un poco. Ella se pone en posición fetal y se encoge porque tiene frío, así que, no tardo en tener las mantas blancas sobre nosotros para taparnos.
Me acerco a ella y
