Grace Anderson Elliot es gracioso y no para de hablar, como su hermana. Puede hablar con las piedras y ellas, aburridas, le contestarían. No puede haber silencio incómodo con Elliot porque él lo rellena con anécdotas, curiosidades o con alguna tontería que se le pase por la cabeza en ese momento. Mientras vemos las distintas obras del museo (al que ya he ido unas cuantas veces) él aprovecha para hablarme de una chica que le gusta, pero ella tiene novio, cosa que complica sus dotes de seducción. Vamos a tomarnos un batido y me siento frente a él en la pequeña mesa blanca. Bebo del contenido y observo a mí alrededor antes de que Elliot llame mi atención. — Me alegro que Sarah esté con alguien y haya dejado de pensar en Nathan —remueve el batido. — Pues sí, lo pasó muy mal. — Le imp