(Horas después) Tal y como hemos acordado, a las diez en punto de la noche, abro la puerta principal del pent-house, y allí esta Lucca Ferro con su porte elegante y ropa oscura que ya me doy cuenta de que es una característica suya —buenas noches, señor Mancini— me saluda amablemente mientras que abro un poco más la puerta para que pueda pasar a la casa. —Buenas noches— respondo e intento no decir su nombre real en voz alta para que nadie nos escuche y así pueda saber quién es él realmente —por aquí por favor— le pido y hago que me siga hasta la oficina, y al entrar, mi bellísima esposa se levanta del sofá para ir a saludarlo. —Buenas noches, gracias por venir— le dice con amabilidad y el detective Ferro simplemente asiente y sonríe. —No tienen nada que agradecer, este es mi trabajo— n