POV: Antonio.
Miro a las tres personas que tengo en frente esperando que me digan lo que tienen que decir. Mi hermano está al lado de mi padre, como siempre la mano derecha de la familia.
A sus veintisiete no ha hecho más que trabajar afanadamente y divertirse cuando le da la gana.
—Tú eres la solución, Antonio —empieza mi padre.
—¿Cómo?—pregunto confundido.
—Te tienes que casar.
Si no estuviera mirando a mi padre fijamente a los ojos, me hubiese estallado a carcajadas, pero su expresión es muy seria.
—Ni de bromas —aclaro. Por nada del mundo me casaría con alguien que no sea María José, mucho menos tendría el valor de lastimarla de esa manera, es mi tesoro más preciado.
—Si lo harás hijo —interviene mi madre.
—¿Por qué yo?
—Te toca hacer algo por la empresa —dice mi padre.
Frunzo el ceño mirándolo con incredulidad.
—¿Es en serio? ¿Poco he hecho? Soy la figura de la empresa, soy como el personaje, entiendo que Antony se haya encargado siempre y no lo niego pero no puedo.
—Tu hermano se ha dedicado cuerpo y alma, te toca hacer algo —reclama mi padre.
—Les aseguro que lo haría sin pensar, pero tengo novia y la amo como a nada, lo siento muchísimo pero ella está primero que todo —me paro del sofá masajeando mi frente.
—No puedes hacernos esto —replica mi madre.
Llevo mis manos a mi cintura, todo la alegría que sentía se esfumó con sólo escucharlos.
—No, ustedes no pueden hacerme esto, con la única mujer que me pienso casar es con mi novia, eso que pensaba presentarlos justo hoy —suelto una risa sarcástica.
Giro sobre mis talones para abandonar la sala.
—¡Y la empresa!
Quiero gritarle que la empresa se puede ir al demonio si es por mí, pero ella sigue siendo mi madre aunque piense separarme de la mujer que amo. Subo las escaleras trotando y entro a mi habitación.
Mi respiración está agitada, sofocado empiezo a quitarme la corbata.
¿En serio esa era la solución que habían encontrado? Eso no pasará, ni en sueños me casaré, al menos no con una mujer que no sea ella.
¿Quién será? Piensan arruinar mi vida y la de esa chica quien sea que sea para bien de ellos, aunque siendo hijos queda para nosotros pero nada de eso me interesa si ella no está conmigo.
Zapateo el suelo lleno de ira, lanzo la corbata hacia la cama y procedo por sentarme al borde de espaldas a la puerta.
—Si tanto la amas puedo tomar tu lugar —escucho la voz de mi hermano detrás de mí, y siento como se acerca.
—Es lo único bueno entre lujos y dinero —dejo caer mi mano sobre mi pierna izquierda acariciando mi barbilla con la otra.
Siento su palma en mi hombro, y la cama hundirse despacio al él sentarse.
Tomo mi celular al lado de la lámpara de luz, me encuentro con tres llamadas perdidas de ella.
«Rayos»
Me gustaría devolverle la llamada, pero es muy tarde, prefiero dejarla dormir.
¿Habrá pasado algo? Si no fuera importante me hubiera enviado mensajes.
Suspiro con pesadez, la llamaré mañana.
—¿Sabes quién es la chica?—pregunto.
—No, recién me enteré, mi papá dice que es la hija de un buen amigo.
«Si claro, como siempre»
Busco una de las tantas fotos que tengo de ella para mostrársela.
—Wow, es hermosa —comenta ampliando la foto.
—No sabes cuánto la amo hermano, si un día me llegara a pasar algo, ¿la cuidarías por mí?
—Que dices, Anto —desordena mi cabello. —. Eres muy joven, recién tienes veinticinco años.
—Pero prométemelo, por favor —pido mirándolo a los ojos con seriedad. —. Que la cuidarías como si me cuidarás a mí, ella ha hecho de tu hermano el hombre más feliz del mundo, y si muero hoy te aseguro que lo haré sabiendo que viví, porque la conocí.
—Si que estás enamorado —dice lentamente, escaneando mi rostro. —. Lo prometo, delante de Dios —besa sus dos dedos. —. Promesa de hermanos.
—Un día te tocará, ella es fácil de colarse bajo tu piel y plasmarse aquí —toco mi pecho. —. Son dos años hermano, no puedo tirarlos a la basura, menos cuando sin ella no soy nada, un simple…
—¿Qué?—se aparta de golpe de mi lado. —. ¡Dos años!
Asiento.
Él suspira.
—Mañana después de la cena hablaré con papá, yo no estoy enamorado, sé que si ése matrimonio se realiza ambos serán infelices.
—No tienes que hacerlo, podemos buscar otra manera, además Dalia enloquecería —agacho la cabeza pensando en qué podría hacer, siempre hay otra opción o ¿no?
—Dalia sabe perfectamente lo que hay entre nosotros.
—Pero es muy posesiva, va y quiera matar a la pobre chica —digo con molestia.
Palmea mi hombro dándome ánimos.
—No te preocupes, encontraremos una solución.
El sueño no me llega, no puedo dejar de pensar en la descabellada idea de mis padres. Logro conciliar el sueño ya muy tarde.
[…]
A regañadientes me alisto para ir a la supuesta cena de reunión, tengo un humor de perro, hoy estuviera usando el traje que eligió ella para mí para hacer público lo nuestro. Y ahora tal parece que conoceré a la mujer con la que me quieren casar.
Escucho la puerta chillar y volteo para ver a mi hermano, lleva una camisa azul y un pantalón n***o, está formalmente, tal parece que hoy no quiere asfixiarse con un traje.
—¿Vamos?
Asiento.
Salimos juntos de la habitación, abajo nos está esperando nuestros padres a quiénes ni quiero mirar.
Mamá está colgada del brazo de papá como siempre, su querida idónea, viste un vestido azul cielo que resalta su piel cremosa, cosa que ambos heredamos de ella, y de papá, yo heredé sus ojos.
Largo rato después, empiezo a sentir familiaridad con el camino, es como si nos dirigiéramos a la casa de María. ¿Acaso el padre de María me conseguirá una esposa? ¿O puede ser que María sea la chica? Mucha suerte sería.
¿Esto es real?
No, no, por más que quisiera no creo que sea así.
—Hermano —la voz de Antony me saca de mis pensamientos. Toca mi hombro y trato de relajarme. —. Vamos.
Paso mi mano por mi cabeza desordenando mi cabello n***o. Bajo de la camioneta y sigo a mis padres que se adentran a la hermosa casa, sólo estuve tres veces dentro de esa casa.
A pesar de mi mal humor trato de ser amble y saludo con educación, al ver a su madre no puedo evitar pensar en buscarla con la mirada, muero por verla, no contestó mis llamadas ésta mañana, literalmente fue lo primero que hice al despertar.
Mi hermano sentado a mi lado trata de distraerme para que me calme, pero no puedo, es incómodo estar en su casa y no poder ni siquiera verla. Concentro mis ojos alrededor, la casa está pintada completamente de blanco y por fuera un anaranjado oscuro.
Los sofás son de un color azul cielo con cojines negros. A través de la puerta de cristal que conduce hacia el patio trasero puedo ver el reflejo de la piscina.
Suspiro, y regreso mis ojos hacia la sala, lo primero que veo es un vestido verde suelto, subo la mirada y me encuentro con sus ojos marrones que están rojos y con ojeras.
Nos quedamos inmovilizados mirándolos fijamente a los ojos sin decir nada. Ella está entregándole una bandeja a su madre pero se ha quedado frisada.
¿Qué habrá pasado? Es claro que estuvo llorando, me muero de ganas de pararme del sofá e ir a hablar con ella pero… siento a mi hermano apretar mi hombro, parece haber sentido mis intenciones.
Y que tal vez ya la reconoció.
Ella entrega la bandeja, y se apresura a regresar a la cocina.
Me cuesta relajarme, quiero hablar con ella, no me agrada la idea de que le esté pasando algo y yo no lo sepa, además, Dios, sus ojos estaban muy rojos, es claro que pasó largo rato llorando.
—Disculpen —me paro. —. Le pediré un vaso de agua a la señora…
—No hijo, puedo hacer que te lo traigan —me dice el señor García.
—Descuide, se lo pediré a María, no es nada —literalmente me lo saco de encima, y voy a la cocina que por suerte su madre no está ahí.
Está de espaldas a la encimera haciendo algo, el vestido verde queda sobre su rodilla, no tiene mangas y su melena castaño-n***o cubre sus hombros. Mi cuerpo se arrastra hacia ella como un metal a un imán, aspiro el aroma de su cabello y mis manos se elevan por si solas como si algo más fuerte que yo me estuviera controlando.
—María —murmuro, colocando mis manos en su cintura.
Ella sobre salta asustada, gira entre mis brazos de golpe, y sin importar lo comprometedor que podría ser que nos vean así, la beso.