MAYA Las piernas todavía me tiemblan cuando me siento a su lado. ¿Vamos a repetirlo? Quiero repetirlo. Alex echa la cabeza por el borde del jacuzzi y me mira. —¿Estás bien? Estoy de maravilla. —Increíble —admito y le hago sonreír—. ¿Y tú? —De la hostia. Ahora él me hace sonreír. Eso por no hablar de que no me siento incómoda esta vez. Puede que sea porque las brubujas del jacuzzi me tapan hasta por encima del pecho o porque Alex solo me mira a los ojos pese a que yo no soy capaz de aguantarle la mirada más de un par de segundos. —Te está sonando el móvil —digo, pasando por alto que el mío también ha sonado hace poco. —No me importa. Suspiro y me echo contra el borde frío de mármol. Veo fuera del baño como nuestra ropa está echa un desastre en el suelo, como la cama o como el des