Capitulo 9

1547 Palabras
Me levanté y hice mi rutina de siempre antes de ir al colegio. Aunque la mañana comenzó como cualquier otra, un ligero nudo de ansiedad se formó en mi estómago al recordar a Joe. Cuando salí de clases, decidí no saludarlo; en primera clase se había comportado como un imbécil en el salón. Su actitud había hecho que esa pequeña chispa de cariño que aún guardaba se apagara un poco más. Salí del salón y me dirigí a mi casillero para sacar un libro, cuando lo abrí, quedé sorprendida al ver una rosa azul. ¿Azul? No sabía que eran tan comunes, pero al lado de ella había una nota que decía: "Te ves linda hoy, pásatela muy bien." Sonreí con nostalgia; era un gesto lindo, y hacía tanto que no recibía una rosa de alguien. La belleza de la flor me hizo recordar los días en que el amor parecía tan sencillo y puro. Mientras me dirigía al baño, escuché risas y vi salir a una chica que se arreglaba la falda, seguida de Joe. Cuando me miró, sus ojos parecieron brillar y me regaló una sonrisa que, en cualquier otro momento, me habría derretido. Pero esta vez, una mezcla de dolor y confusión me invadió. ¿Por qué me sonreía? ¿Por qué estaba saliendo con otra chica? Mis dudas, profundas como el océano, invadían mi cabeza. Había creído en sus palabras: “Te amo”, y ahora me encontraba con esta realidad tan dolorosa. Volví a la clase de artes antes de que tocara el timbre. Los alumnos comenzaban a salir, así que me senté en un puesto vacío, aislándome de las miradas curiosas. Justo entonces, sentí un toque en mi hombro. Al darme la vuelta, vi a Mario. —Hola —dijo, con una sonrisa amistosa que contrarrestaba mi melancolía. —Hola, Mario. —¿Qué te pasa? —preguntó, su tono de voz reflejando preocupación. —Nada... lo siento, Mario, por ignorarte; mi mente estaba en otra parte. —No te preocupes —respondió él, y su tono relajado hizo que me sintiera un poco mejor. La profesora llegó y nos asignó ejercicios artísticos en equipo. Durante la clase, me la pasé conversando con Mario. Su humor me había sacado de mis pensamientos oscuros, y por un tiempo, me olvidé del caos emocional que me rodeaba. —Cada equipo va a exponer un tema a final del mes —anunció la profesora. —¿De qué tema hablaremos? —pregunté, tratando de despejar mi mente. —¿Por qué no hablamos de amor? —sugirió Mario, una sonrisa torcida dibujándose en su rostro. —¡Qué cursi de tu parte! —dije riendo, aunque una parte de mí se entusiasmó con la idea. —Está bien, haremos eso. —El amor es algo que se siente y no se ve. Es como un juego; si no juegas bien, pierdes. A veces, las segundas oportunidades llegan cuando menos te lo esperas… —comencé a anotar, pero al mirar mi hoja, todos mis recuerdos fluyeron hacia Joe, como un río desbordado. —¿Cómo vas? —preguntó Mario, interrumpiendo mis pensamientos. —Soy muy malo en estas cosas —me lamenté. —Déjame ver —dijo, tomando mi cuaderno. Comenzó a leer en voz alta, y las palabras resonaron en mi corazón. —El amor no es solo una palabra, es un sacrificio que estamos dispuestos a hacer… —leí su mensaje en voz alta. La sinceridad en sus palabras me sorprendió. —Es muy bueno, pero no creí que fueras tan cursi —repliqué, forzando una sonrisa. —Bueno, a veces me llega la inspiración —respondió, iluminando la habitación con su risa. Después de un rato tocó la campana y salí con Mario hacia su casillero. Mientras caminábamos, vi cómo Joe sonreía hasta que nos miró. Noté cómo su mandíbula se tensaba y sus puños se apretaban a sus costados. Se acercó a nosotros con una energía que en ese momento me resultó incómoda. —Hola, Mario. —La voz de Joe era casual, pero había una tensión palpable en el aire. —Hola, Joe. —respondió Mario, algo distraído. Decidí no dirigirme a Joe. No tenía ganas de enfrentar esa situación, así que seguí caminando. Sentí unos pasos detrás de mí y, al girar, pensé que era Mario, pero al mirarlo vi que no. Era Joe, que había decidido no dejarme escapar tan fácilmente. Intenté centrarme en la rutina. Cuando llegué a mi casillero y lo abrí, encontré otra rosa azul. Mi pecho se llenó de confusión, y vi a Joe mirándome con la misma expresión de desconcierto. “No era él”, pensé, preguntándome quién podría estar detrás de esas rosas. Leí la tarjeta rápidamente: "Te vi en artes, pero no pude acercarme. Espero que disfrutes la materia". Todo era un gran misterio, especialmente porque había cambiado de clase para no cruzarme con Joe tan seguido. Ahora, cada día, una rosa más. Suspiré, la mezcla de curiosidad y miedo me hacía sentir nerviosa. —¿Qué te pasa? —preguntó Mario, notando mi inquietud. —Nada. —Sabes que no me gusta que estés enojada conmigo. Al menos acepta que puedo ser tu amigo. — dijo Joe —¿Cómo no voy a enojarme? Ayer me dijiste que me amabas y hoy te veo besando a otra. Así que prefiero que seamos amigos, pero no vuelvas a hablarme de amor ni a besarme. No soy como las chicas con las que terminas enrollándote, no soy diversión de un solo día, ¿entendido? Caminamos hacia la cafetería. Joe permanecía en silencio, evidentemente afectado por mis palabras. Sabía que cada rechazo que le hacía dolía más de lo que él mostraba. —¿Qué clase te toca? —le pregunté, intentando romper el hielo. —Francés. ¿Y a ti? —También. Nos dirigimos hacia una mesa y nos sentamos, pero la tensión se volvía insoportable. Justo entonces, un chico moreno y alto se acercó. —Hola, Joe. —Hola, Daniel. Vi cómo Daniel se acercó a mí, me miró de pies a cabeza, y luego sonrió de manera relajada. —Soy Daniel —dijo, convencido. —Mucho gusto. Me llamo Scarlet. —Tú eres la hermana de Johnson. —Sí. —Bueno, Joe recuerda la ley de hombres. —Sí, lo recuerdo, Daniel, no necesitas decírmelo. —¿Ley de hombres? —pregunté riendo. —¿De qué hablan? —Es algo que no te podemos decir. Es un secreto —replicó Daniel con complicidad. En ese momento sonó el timbre y, sin esperar a Joe, me dirigí a clase. Noté que él venía detrás de mí, pero decidí no mirar. Me senté en una silla vacía y él eligió la parte de atrás. —¿Por qué te fuiste? —preguntó de nuevo, tratando de captar mi atención. —Yo... —pero para mi suerte, la profesora ya había llegado, y ella no permitía distracciones. Pasé la clase concentrada, intentado ignorar la sensación de su mirada en mi espalda. Profesora: "Buenos muchachos, necesito grupos de 4 personas. Vi cómo se empezaban a juntar y necesito que realicen una obra". Scarlet, un poco nerviosa, se dio cuenta de que había estado hablando solo con Monse, quien no había llegado. De repente, sintió un toque en su hombro y pensó que era Joe. - "¿Te quieres juntar con nosotros?", dijo un chico de piel güera y ojos cafés. - "Sí, me encantaría", respondió Scarlet con una sonrisa. - "Soy Juan Pablo", se presentó él. - "Soy Scarlet. ¿Y de qué tema será la obra?" - "Podría ser de drama o romance", sugirió una chica rubia. - "No, mejor comedia", intervino Juan. - "¿Y tú, qué opinas, Scarlet?" - "De romance está mejor", contestó ella, intentando no destacarse demasiado. Scarlet se ofreció para escribir el libreto, mientras sentía la mirada insistente de Juan. - "Deja de mirarme, que me pones nerviosa", le dijo ella. - "¿Te molesta?", preguntó él, sonriendo. - "Un poco", confesó Scarlett. - "Pero si eres hermosa, es muy difícil dejar de verte". Ella solo rió, decidiendo ignorar sus palabras y seguir escribiendo. A medida que pasaba el tiempo, los demás grupos comenzaron a presentar sus obras, todos eligiendo comedia, excepto el grupo de Joe, compuesto por Lucía, Marisol, Jasón y él. Finalmente, el equipo de Joe terminó su obra y recibió una gran ovación. - "El siguiente equipo es el de Juan", anunció la profesora. Scarlet y su grupo se dirigieron al frente, listos para presentar su obra. - "Juan es el 'Príncipe' de la historia", comenzó él con voz firme. - "Siempre te he conocido, bella dama, y he pensado en revelar mi mayor secreto". Se arrodilló, mirándola a los ojos. "Vuestra belleza robó mi inspiración y ha sido suficiente para calmar mi corazón". Scarlet sonrió, sintiendo un cosquilleo en su interior. Los aplausos de la profesora resonaron, acompañados de palabras en francés que apenas entendía. De repente, el timbre sonó. Scarlet salió rápidamente al estacionamiento, donde vio a su hermano junto a su carro. Cuando él la vio, ambos se subieron y se fueron, aunque su mente seguía en la presentación y en la mirada fija de Juan.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR