A pesar de los años que pasaron desde aquella noche que acabó siendo el punto final en mi relación con Fabrizio, había dos cosas que no habían cambiado. Una era el cariño mutuo que sentía por y con el pequeño Dante, a quien veía cada vez que venía a la capital y lo llevaban a la empresa, y quien continuaba dándome el mismo cariño que cuando su padre y yo éramos pareja. En este último tiempo, la relación entre Fabrizio y la madre de su hijo había mejorado. Habían vuelto a verse, y aunque seguían sin soportarse durante demasiado tiempo, al menos ahora trataban de llevar la fiesta en paz por el bien del niño, que cada vez comprendía más lo que sucedía en su entorno. De hecho, hasta celebraban los cumpleaños del pequeño juntos y eventualmente le iban a buscar los dos al colegio o participa