Realmente creía que las cosas pasan por algo, a veces la vida acomoda las situaciones a tu favor. ¿por qué lo digo? Porque jodidamente, Bastian estaba aquí en la misma tienda de ropa que yo.
Lo miro. Y él me mira.
¿Qué se supone que haría ahora?
Parece que va hablarme, pero paso a su lado y hago como si no lo veo. Eso se merece por ser tan mierda.
—¿Lina? —Hago como si no lo hubiera escuchado. —Lina por favor, háblame.
Suplica.
Sigo mirando las camisas que quiero regalarle a Caleb para navidad. Lo sé, no debería adelantar mi regalo, pero creo que se lo merece, el chico es tan dulce. Mínimo se merece un regalo digno.
—Lina —me sostiene del brazo y me obliga a mirarle. —Lo siento, me equivoqué.
Enarco una ceja.
—¿Con qué?
—Con todo.
Son vacaciones de navidad. Así que tenía tiempo que no le veía. Y todas las veces que lo vi en el instituto, lo ignoré.
—Sobre Violeta. —Hace una pausa y toma respiración —Tenías razón. Ella me mintió todo este tiempo —me detengo en mirarlo por un segundo ¿Qué?
—¿Qué rayos?
—Ella…todo lo que dijiste sobre ella era verdad. Lo supe hace algunos días por sus mensajes que tenia con un chico de la universidad. Me estaba engañando.
Esas palabras cruzan la línea imaginaria entre los dos y me pega fuerte.
—Termine con ella.
—Felicidades y que mal por ti —soné sarcástica como la mierda. Ese día, él me hizo darme cuenta que realmente estaba equivocada en querer hacer las cosas bien, siempre algunas personas lo verán mal.
Me di la vuelta y seguí viendo las camisas.
—Se que estás enojada. Me advertiste y yo no te creí. Me porté como a un patán.
Me hice la sorda.
—Lina, perdóname.
—¿Qué tengo que perdonarte?
Escogí una camisa color blanco y otra color azul marino. Se vería bien en mi Caleb.
—Sobre no creerte, y perdón por elegirla a ella, por sobre de ti. Eres mi mejor amiga, lo siento. Se que hice mal y que merezco tu odio.
—Lo haces.
—¿Por qué vas a comprar camisas para hombres? —desvió la conversación.
—Eso no te incumbe.
—¿Son para Caleb?
—Eso no importa.
Fui a la caja a pagar, y él me siguió.
—¿Podemos retomar nuestra conversación?
—¿Cuál? ¿tuvimos alguna? Porque solo te escucho hablara a ti.
Bufa.
—Enserio, Lina. Se que merezco esto, pero dame una oportunidad. Esta vez lo haré bien.
—No sé. Me demostraste que sigues siendo el mismo asno de la secundaria. —sus ojos se oscurecieron.
Toqué un nervio.
—Mira. No tengo ganas de discutir, pero si en realidad quieres volver a tener esta amistad, creo que debe costarte y mucho, recuperarla.
Asintió.
—Tu primera tarea será que me ayudes a escoger el regalo de navidad para mi mamá.
Lo traje conmigo por el resto de la tarde, comimos y él también buscó regalos para sus padres.
—¿Crees que esta bufanda vaya con mamá? —sostenía una color salmón, era suave y estaba segura que su mamá amaría esa bufanda. Asentí en acuerdo. Había terminado de comprar mis regalos, y ahora lo acompañaba a él para comprar los suyos. Ambos habíamos ido al Mall por lo mismo.
—Le encantará.
Cuando ambos teníamos las compras hechas, fuimos a que los envolvieran y así poder dejarlos en el árbol de navidad esta noche. Faltaban unos días para navidad.
Y eso me ponía emotiva.
—Gracias por dejarme acompañarte a comprar.
Su mirada era tan dulce cuando me vio. —Te extrañaba.
Mi corazón comenzó a latir tan rápido que tuve que separarme de él para que pudiera volver a su ritmo normal.
No respondí.
Mi celular vibraba, así que tuve que atenderlo.
—Mierda —articulé.
Tenia varias llamadas perdidas de Caleb. Oh rayos, estaba en problemas. Estuve tan concentrada en estar con Bastian, que olvidé por completo a mi novia.
Mierda.
—¿Lina? ¿Estas bien? ¿por qué no respondías las llamadas?
Me mordí los labios.
—Caleb, lo siento. Se me fue el tiempo en el Mall, ya sabes cosas de chicas.
—¿Tanto así?
—Si, además me encontré con Bastian y estuvimos platicando.
No respondió.
—¿Caleb?
—¿él esta contigo ahora? —lo miré. —Si, aquí sigue. Venimos a cenar —mentí. No quería que supiera sobre mis compras de navidad. Iba a ser una sorpresa para él.
—Oh ya veo. —su voz estaba tan seria y cortante. Sabia que eso no le agradaba. —Iré por ti, dime donde estas.
—No hace falta. Traje el auto de mamá, me iré a casa pronto.
—Ok. Me llamas cuando llegues a casa.
—Vale.
Colgó.
Mierda.
Mire a Bastian. Jodido Bastian, por qué siempre estaba en las situaciones que me las ponía difícil.