Observaba a través de la ventanilla del auto un paisaje verde e iluminado por los primeros rayos del sol. Las espigas, aun inmaduras, moviéndose en contra de su voluntad por culpa del viento. Un panorama constante y monótono que se repite kilómetro tras kilómetro, sin embargo, aquella vista lejos de aburrirme, apaciguo los pensamientos desconsolados qué usualmente me atormentan. -¿Cómo te sientes?-cuestionó mi padre. Miró de reojo por el espejo retrovisor hasta que su vista se encontró con la mía. Un suspiro brotó de entre mis labios, cansada de la forma en como nos comunicabamos. ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? ¿Necesitas algo? ¿Te encuentras bien? Esas eran las preguntas con las que mi padre procuraba mantenerme con vida pero...¿Durante cuanto tiempo más? Terrible, pensé, pero no