Una horrible sensación de sed comenzó atormentarme, y en mi soledad comencé a morderme la muñeca, mi sangre fluia con rapidez pero asi como cortaban mis afilados colmillos las venas que se asomaban por debajo de mi piel, mi herida sanaba velozmente y apenas podía dar un pequeño sorbo. Había dejado pequeñas manchas de sangre sobre el sofá de la habitación;la puerta de la entrada se abrio Robert había vuelto,tape con un cojín las pequeñas manchas y me recoste sobre el, tomé un libro que estaba a lado de mi; armé toda una escena para evitar un regaño y pronto se escuchó el crujir de aquella puerta vieja de madera de nuestra habitación. —¿Anna?—Pregunto con dulzura en su voz. Sonreí al ver ese rostro encantador y mis mejillas se enrojecieron de inmediato, un calor que parecía envolverme tan