Capítulo 4. Lección 1

2080 Palabras
Eran casi la siete de la mañana, apenas comenzaba a verse vestigios de luz, pero Sebastián ya estaba en el aula donde tendría sus primera dos horas de clase. Escribía en la pizarra los temas que vería ese día con sus alumnos, estaba sumamente concentrado, repasando en su cabeza sus conocimientos y entonces ella entró. Sebastián miró de reojo cuando escucho un eco en su cabeza. “Buenos dias” ¿Realmente lo había saludado o eran imaginaciones suyas? Se quedo en silencio mientras observaba a Mariana caminar hacia su lugar, justo al fondo, en el último asiento de la primera fila. Su cabello brillaba y se movía con suavidad, llevaba puesto un abrigo n***o largo qué la cubría y la abrigada bastante bien. Cuando ella giro para dejar su bolso sobre la mesa, logró ver que tenía puesto una blusa negra y una falda café de pequeños cuadros, medias oscuras y unas botas largas. Trago saliva y volvió la vista hacia la pizarra antes de que ella se diera cuenta de que la estaba observando. Intento seguir escribiendo, pero con ella detrás de él, se sintió nervioso, así que se volvió hacia escritorio para buscar la información que le faltaba en el libro que había estado leyendo en la noche luego de que Camila se fuera a casa, pero al volver a mirarla de reojo, se dio cuenta de que ella ni siquiera le estaba prestando atención. Estaba mirando hacia afuera de la ventana, justo al jardín qué estaba al lado del salón, moviendo un bolígrafo de color rosa entre sus dedos. Sebastián sintió una punzada justo en su orgullo, pero interiormente se dijo que no importaba si no se comportaba como una gata en celo como las demás chicas porque tarde o temprano la haría caer. Pocos minutos después, más y más alumnos fueron llegando, incluso Camila, ella jamás se habría perdido alguna clase suya por mucho que odiara levantarse temprano. Comenzó la clase, dio una extensa explicación sobre el derecho penal migratorio, tratados internacionales, así como delitos migratorios y los derechos de los migrantes. Todos prestaban atención, todos excepto Mariana Aguilar, así que comenzó a hacer preguntas al azar hasta llegar hasta ella, no solo porque la había descubierto distraída, sino como venganza por no ser complaciente, tal y como él deseaba qué fuera, igual que las otras chicas. —¿Podrías decirme que dice el artículo 11° de la constitución mexicana, señorita Aguilar? Mariana levanto la vista al escuchar su apellido, parecía cansada, de hecho se notaba levemente qué tenía marcas oscuras debajo de los ojos qué evidenciaban qué sé había desvelado. —Toda persona tiene derecho a transitar libremente por el territorio nacional. Esto incluye entrar, salir, viajar sin necesidad de tener un pasaporte o carta de seguridad—respondió y Sebastián frunció ligeramente el ceño porque aparentemente ella si estaba escuchándolo. —Muy bien—desvío la mirada de ella, tensando la mandíbula. Decidió por su bien mental, intentar ignorarla el resto de la clase. Ahora entendía porque Camila tenía cierto resentimiento hacia ella, era por así decirlo una saberlo todo, él no tenía ningún problema con ello, de hecho admiraba a mujeres con cerebro que las que solo sabían abrir las piernas, pero el problema de Mariana era el hecho de que él parecía solo estar pintado en la pared, le frustraba que para ella él solo era un profesor más. Continuo con su clase, hasta que esas dos horas terminaron. Tomo sus cosas y salió del salón antes de que Camila decidiera interceptarla. Estaba tan sumido en su idea de seducir a la nueva alumna qué había olvidado hablar con ella sobre el acoso de su parte y el cual ya debía ser evidente para cualquiera que tuviera ojos. Entro a su siguiente clase y no pensó en Mariana hasta el medio día, donde la vio sentada bajo la sombra de uno de los árboles del jardín. Leía un libro, pero no uno de algún tema legal, sino que parecía ser más bien un libro de fantasía, tal vez una novela. Sebastián se sintió tentado a cruzar el jardín y hablar con ella, pero aun no había cruzado más palabras que lo que le había dicho el día anterior, así que pensó que ella no lo tomaría del todo bien y hasta quizás la molestaría. Antes de mover una pieza en su juego llamado seducción, quería saber contra quien jugaba, saber como despitarla para que ella lo dejara ganar La observó por un momento antes de irse, de nuevo movía los dedos de sus manos, solo que en esa ocasión no jugaba con un bolígrafo sino más bien con un separador de libros. Cuando estuvo satisfecho, se fue a su última clase del día y al finalizar, se dirigió hacia su oficina para guardar los libros y el material que había ocupado ese día. Su oficina era un lugar amplio y espacioso qué había ocupado para tener una biblioteca personal sobre temas legales del país, a pesar de que tenía un doctorado, eso no significaba qué fuera un experto, al menos no en ese país qué sé desenvolvia diferente y cuando no estaba dando clases o asesorando, estaba leyendo. Antes de irse, tomo algunos libros para elegir el tema del día siguiente, quería profundizar un poco más en los temas que había dado, pero solo tenía 6 meses de aprendizaje con esos chicos, 5 si descontaba los fines de semana y los días de descanso oficiales, quería abarcar más temas antes de volver a su país, pero mientras buscaba entre sus estantes, llamaron a la puerta. —Adelante—dijo sin darle mucha importancia a quien sea que fuera qué acababa de entrar a su oficina, solo escucho el rechinido de la puerta y como la cerraban. —Buenos tardes, disculpe que lo moleste, pero dijo que quería hablar conmigo—escucho una voz femenina, dulce y al mismo tiempo sería. Cuando levanto la vista vio a Mariana parada delante de él, a unos cuantos metros. —¡Ah, eres tu!—dijo intentando ocultar lo maravillado qué estaba de verla, así era la forma en como estaba acostumbrado a ser tratado, que las mujeres lo buscarán y técnicamente suplicaran ser folladas, pero eso llegaría con el tiempo, mientras tanto se conformaba con verla en su oficina, como otro bonito objeto decorativo. Cerro su libro y se acercó al escritorio para guardarlo. —Tengo otro trabajo además de ser profesor, por lo que me resulta un poco difícil darte clases en la tarde—expresó mientras metía en su maletin, tres libros sobre derechos humanos—el único horario qué tengo libre es de ocho de la noche a nueve y media. Mariana frunció levemente el ceño, la idea no le agrado porque el transporte público terminaba a esa hora. —¿Tan tarde?—se quejó. —Disculpa, es la única hora que tengo libre, pero si no quieres esta bien, hablaré con la señorita Olivia—expresó colgando su maletin sobre su hombro. Mariana no parecía estar del todo de acuerdo, pero la señorita Olivia había sido clara si llegaba a tener una mala calificación con alguna materia, ya no le ayudaría a volver a clases luego de otro crisis y quizás le quitarían la beca. —No, no hace falta molestar a la señorita Olivia, creo poder a esa hora, pero ¿Durante cuanto tiempo será? —Eso dependerá de su desempeño, por mi solo serian mínimo tres días, pero si necesita repasar los temas, será por lo menos dos semanas—expresó suponiendo qué ese sería el tiempo estimado para que ella cederá ante sus encantos y le permitiera entrar en ella, de forma literal. —¿Dos semanas?—se quejó, no podía creerlo. —Cómo le dije, todo dependerá de usted—intentó persuadirla y ella solo resoplo exasperada por tener que volver a la universidad tan tarde, su última clase terminaba a las tres de la tarde. —¿Y el lugar?—se animo a preguntar cruzando se de brazos. En el rango de visión de Sebastián, la pudo ver moviendo los dedos justo en su brazo, tal vez exasperada, eso le agradaba, tener que arruinar sus planes para tener que verlo. —Arreglare qué sea en la biblioteca de la universidad o si lo prefiere, que sea aquí en mi oficina... —Prefiero la biblioteca—lo interrumpió y él a pesar de todo sonrió, no impietaba donde fuera, al final y al cabo sabía que estarían solos. —Muy bien ¿Qué tal si comenzamos esta misma noche?—propuso, ahora más animado de tenerla en la palma de su mano. —Y-yo...—por un momento le tembló la voz, así que se tomo un segundo para aclararse la garganta—tengo algunos pendientes qué hacer, no sé si pueda terminarlos a tiempo. —Bueno, creo que tiene suficientes horas para lograrlo, la veo en la entrada de la biblioteca esta noche—indico en un tono serio y hasta severo, porque cuando él se tomaba las cosas enserio podía ser así de inflexible y vaya que estaba interesado en follarsela. Mariana frunció aun más el ceño, enfadada por el cambio de planes tan súbitamente, no dijo nada, pero asintió con la cabeza y se fue de su oficina. Sebastian sonrió complacido con el poder qué tenía al ser un profesor, luego tomo su maletin y salió dejando con llave su oficina. *** Aquella tarde, en las oficinas del poder judicial, se divirtió pensando en formas interesantes de llamar la atención de Mariana, ella era una chica inteligente a la cual podía sacarle muchos temas, acercarse más a ella, ser más íntimos al punto de poder convencerla de tener una clase en su casa, ahí sería mucho más fácil llevarla a la cama. Para cuando termino su turno, se dirigió a la universidad, la cual aun seguía abierta para las clases nocturnas qué habían implementado con el fin de facilitar el aprendizaje a adultos qué trabajan durante el día. Se dirigió a la biblioteca y como si se tratara de un pequeño corderito asustado, Mariana estaba ahí, esperando con la mirada pérdida en su libro. —Buenas noches—expresó con una sonrisa al aproximarse a ella, pero Mariana no se la devolvió, parecía seguir molesta, así que lo primero que se le ocurrió a Sebastian fue qué había cancelado una cita con algún novio, eso lo frustró por un momento, debía descartar la presencia de un individuo así, solo para evitar problemas. Ambos entraron a la biblioteca, era un sitio tranquilo y silencioso donde había un par de personas estudiando. Sebastián condujo a Mariana hacia un área de mesas apartadas, donde había maquinas expendedoras y un gran ventanal con una hermosa vista hacia una zona boscosa de la universidad. Cuando Mariana tomo asiento, Sebastián la observó por un momento mientras sacaba un libro para ver el primer tema que había dado en su primer día de clases. Mariana parecía tener sueño, se notaba cansada, pero al mismo tiempo desconfiada, tal vez de él. —¿Se siente bien, señorita Aguilar, parece un poco enferma? —intentó acercar su mano para sentir su frente, eso siempre funcionaba para ruborizar a las chicas, pero Mariana no se lo permitió, de hecho, se alejó de él. —Estoy bien, gracias—dijo dirigiéndole una mirada desconcertada y molesta. Sebastian alzó una ceja, nunca le había pasado algo como eso, es decir, ninguna chica linda qué él hubiese pretendido le había hecho un desplante así, pero eso no lo desánimo sino que avivó más la llama del deseo en él. Era una chica difícil, un reto y eso lo excito, comérselo iba a ser un platillo qué iba a disfrutar de una forma inigualable. —Bien—dijo sentándose frente a ella mientras colocaba su libro frente a ella justo en la página del primer tema—Por favor lee la lección, cuando termines te daré una explicación simple y algunos ejemplos para que puedas entenderlo ¿De acuerdo? Mariana lo miró por un momento, sin decir nada, luego dirigió su mirada hacia el libro, pero no lo tomo hasta dejar sus cosas en la silla qué estaba justo al lado de ella. Sebastián no se había dado cuenta que ella sostenía su bolso como si fuera a correr para huir de ahí. Solo entonces tomo el libro y comenzó con la lectura.
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